2025 marca un punto de inflexión, la tecnología vestible ha dejado de ser un complemento de salud para convertirse en un puente con la inteligencia artificial. Las antiguas “smart glasses” ahora son “AI glasses”, y nuevos colgantes o anillos no solo miden el pulso, sino que escuchan, procesan y responden. Esta nueva generación de wearables reformula la relación entre cuerpo y máquina, entre lo íntimo y la nube de datos.
Gafas que piensan, colgantes que escuchan
Durante años, el wearable fue sinónimo de reloj deportivo. Pero este año, Meta y Google han redibujado el mapa con gafas que interactúan con asistentes de IA, identifican objetos, responden preguntas y hacen fotos con solo una orden de voz. El objetivo es que no haga falta sacar el móvil del bolsillo.
Al mismo tiempo, han surgido dispositivos más discretos. Colgantes, pines y anillos que se llevan en la ropa o los dedos. Estos nuevos gadgets no solo monitorizan, sino que escuchan conversaciones, resumen reuniones, generan listas de tareas y hacen sugerencias en contexto. La aspiración es una IA que te acompaña todo el día, sin interrumpir.
Detrás del cambio, una IA más madura
Este giro tecnológico viene impulsado por la madurez de la IA generativa. Las nuevas plataformas pueden entender contextos, anticipar necesidades y ofrecer respuestas personalizadas. La mejora de los modelos de lenguaje y la miniaturización del hardware han permitido trasladar ese potencial a un accesorio.
Marcas como Apple, Samsung o Fitbit han actualizado sus dispositivos clásicos con funciones de IA, traducciones instantáneas, entrenadores inteligentes o resúmenes automáticos de datos biométricos. El wearable ya no es solo un espejo del cuerpo, sino una herramienta que interpreta la actividad y responde.
El precio de la comodidad: datos y más datos
Todo este funcionamiento requiere una cosa: los datos continuos. Ubicación, voz, hábitos, interacciones. Los dispositivos escuchan para poder ayudar. Pero, ¿a dónde va toda esa información? ¿Con qué criterios se almacena, se procesa o se elimina? Los fabricantes insisten en la seguridad, cifrado, permisos, opciones de control. Pero los expertos advierten que la rapidez de esta evolución supera a menudo la capacidad reguladora. Llevar una IA en el cuello o en la cara abre nuevas preguntas sobre privacidad, vigilancia y control de la información personal.
De contar pasos a anticipar decisiones
La tecnología vestible nació para contar pasos y pulsaciones. Ahora aspira a anticipar tareas, recordar compromisos o sugerir cambios de rumbo. Es un cambio de paradigma. Del seguimiento físico al apoyo cognitivo. Los AI wearables buscan una integración total, no solo miden, sino que se incorporan al flujo mental. No compiten con los smartwatches, sino que abren otro espacio: el de la tecnología invisible pero presente.
Una pregunta que queda flotando
Cuando miremos atrás, tal vez veamos 2025 como el año en que empezamos a llevar una IA encima de verdad. Gafas, colgantes, anillos. Discretos pero atentos. El sueño de una asistencia constante está a punto, pero deja una pregunta abierta: ¿cómo conviviremos con dispositivos que no descansan nunca, que lo escuchan todo aunque hablen poco?
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