La inteligencia artificial (IA) dejó de ser una promesa futurista para convertirse en fuerza económica, geopolítica y cultural en 2025. La tecnología escaló del laboratorio a los mercados y los parlamentos, y en el proceso redefinió quién lidera el futuro digital. Este año se recordará por avances técnicos, batallas de poder y tensiones sobre lo que la IA puede —y debe— hacer. Os resumimos diez de los momentos más importantes.
Un modelo chino que lo cambió todo
A finales de enero, una start‑up de Hangzhou llamada DeepSeek lanzó R1, un modelo de IA de código abierto con capacidades comparables a los grandes sistemas occidentales, pero desarrollado con un presupuesto sorprendentemente bajo. R1 no solo compitió en rendimiento, sino que reabrió el debate sobre el valor de la apertura frente al control de la tecnología. La llegada de DeepSeek aceleró la competencia global, y varios países —incluida Italia— impusieron restricciones tempranas por preocupaciones de privacidad y seguridad, desencadenando tensiones regulatorias en Europa.
El nuevo rostro de la IA capaz de «razonar»
Durante el año, varios laboratorios anunciaron modelos que no solo generan texto o imágenes, sino que resuelven problemas complejos con pasos de razonamiento. En algunas pruebas, estos sistemas incluso rindieron al nivel de competidores humanos en ámbitos como matemáticas avanzadas. Este salto técnico fue celebrado como un avance real hacia capacidades cognitivas más amplias —y debatido como posible preludio de sistemas autónomos más sofisticados—.
GPT‑5: herramientas que hablan con expertos
En medio de esta carrera, OpenAI lanzó GPT‑5, ampliando el acceso de millones de usuarios a una IA que promete respuestas en profundidad en áreas como programación, escritura y análisis. El modelo generó enorme oleada de pruebas y uso, consolidando su presencia en entornos profesionales y cotidianos. Entre desarrolladores y empresas, la llegada de GPT‑5 marcó un antes y un después en cómo se integra la IA en flujos de trabajo reales.
Política y apuestas en Estados Unidos por la IA
Estados Unidos vivió un giro radical en política tecnológica cuando el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para eliminar regulaciones previas y promover el crecimiento de la IA como prioridad económica y estratégica. Ese impulso incluyó una iniciativa pública‑privada de cientos de miles de millones de dólares para construir infraestructura de IA, reforzando una visión de innovación sin trabas regulatorias federales.
Mientras tanto, en Nueva York se aprobó una ley estatal de seguridad de IA, aunque en su versión final se suavizaron muchos de sus requisitos tras la presión de empresas y universidades, lo que abrió un nuevo capítulo en el tira y afloja entre gobiernos locales y la industria.
Europa juega otra carta: regulación y competitividad
Frente a esta dinámica, la Unión Europea mantuvo su apuesta por una IA más segura y transparente. Además de implementar el primer marco legal integral para sistemas de IA en el mundo, la Comisión Europea anunció planes de inversión para fortalecer la investigación y la adopción responsable de la tecnología en sectores clave como salud, energía y ciencia, con miles de millones de euros comprometidos.
La burbuja que empieza a preocupar
El furor por la IA disparó la inversión en infraestructuras y startups. A lo largo del año, el sector atrajo cifras cercanas al billón de dólares en capital, mientras que las valoraciones de empresas se inflaban sin garantía de ingresos sostenibles. Analistas comenzaron a hablar abiertamente de una burbuja, y varios episodios de caídas bursátiles revivieron comparaciones con las puntocom.
Un escándalo que puso el foco en la seguridad
Uno de los episodios más dolorosos del año fue la muerte de un adolescente estadounidense, cuya familia alegó que un chatbot de IA había contribuido a su suicidio tras meses de interacciones. El caso desató una ola de demandas y cuestionamientos sobre los límites de estas tecnologías. Las plataformas reaccionaron incorporando filtros y protocolos de emergencia, pero el debate sobre responsabilidad legal quedó abierto.
Estafas con voz propia
Los fraudes con IA dieron un salto cualitativo con la proliferación de deepfakes y clonación de voces. En 2025 se multiplicaron los casos de llamadas falsas que suplantaban identidades para extorsionar o cometer estafas. El miedo a no poder confiar en lo que se oye o se ve impulsó nuevas iniciativas de verificación digital y campañas de alfabetización tecnológica.
La IA también quiere un Grammy
Xania Monet, una artista virtual generada por IA, logró posicionarse en listas de música R&B y firmó un contrato millonario con un sello discográfico. Su caso provocó reacciones encontradas entre músicos, productores y plataformas: algunos lo vieron como una amenaza a la creatividad humana, otros como una nueva herramienta expresiva. La industria aún debate dónde colocar la línea entre humano y algoritmo.
Mirada hacia adelante
Al cerrar 2025, la IA ya no se percibe como una tecnología aislada, sino como una infraestructura que cruza fronteras industriales y políticas. Los países se disputan liderazgo tecnológico, las empresas compiten por talento y mercados, y las sociedades empiezan a confrontar preguntas sobre seguridad, ética y autonomía. El año dejó claro que la IA no solo transforma lo que hacemos, sino también cómo nos organizamos para hacerlo.
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