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Miles de inscripciones romanas emergen cada año del subsuelo o de los archivos, cubiertas de musgo, rotas por el tiempo, incompletas. A menudo son apenas un puñado de letras grabadas en piedra. Hasta ahora, completar su mensaje era un rompecabezas reservado a especialistas. Aeneas, una nueva inteligencia artificial, acaba de cambiar las reglas del juego.

Una IA que completa lo que falta

Desarrollada por DeepMind junto a universidades europeas, Aeneas es un modelo multimodal: analiza tanto imágenes como texto dañado. Su triple función combina reconstrucción textual, datación con un margen de ±13 años y localización geográfica dentro del mapa del Imperio romano. El procedimiento es directo. El investigador sube una fotografía o transcripción parcial. En segundos, Aeneas sugiere restauraciones posibles, fechas probables y conexiones con otras inscripciones. Todo ello entrenado sobre un corpus de más de 176.000 inscripciones, recopiladas por bases de datos como Epigraphic Database Heidelberg.

Resultados que convencen (y hacen pensar)

En pruebas con 23 epigrafistas, la IA ofreció ayuda útil en el 90% de los casos. Su uso aumentó la confianza de los expertos en un 44% y mejoró la precisión en dataciones: de 31 años de error promedio, se pasó a solo 14. Uno de los ejemplos más citados es el análisis de la Res Gestae Divi August i, una inscripción imperial esencial. Aeneas propuso dos rangos cronológicos posibles que coinciden con las discusiones académicas actuales. Sugiere, no impone: apunta patrones, no certezas.

De piedra en piedra, redes invisibles

Más allá del texto, Aeneas identifica estructuras comunes entre inscripciones distantes. En un caso, vinculó un altar votivo hallado en Mogontiacum (la actual Maguncia) con otro más antiguo de la misma zona, sin evidencias arqueológicas previas que los conectaran. Ese tipo de paralelismos podría redibujar rutas y relaciones administrativas del Imperio.

Complemento, no sustituto (aunque con voz propia)

Sus creadores, como Thea Sommerschield y Yannis Assael, insisten en que Aeneas es una herramienta para acompañar al historiador, no para sustituirlo. «Estudiar la historia a través de inscripciones es como resolver un gigantesco rompecabezas… para resolverlo necesitas piezas que se conecten», explica Sommerschield. Por su parte, Assael remarca que «el modelo trabaja en sinergia con los historiadores, no como sustituto, sino como colaborador». Aunque hay quienes temen que la IA minimice el papel del experto, las pruebas sugieren lo contrario. La colaboración entre modelo y persona parece mejorar la precisión y ampliar el análisis.

Un hermano mayor en griego (y una herencia afinada)

El precedente directo de Aeneas es Ithaca, un sistema lanzado en 2022 para restaurar inscripciones griegas. Ithaca alcanzaba un 62% de precisión, que se elevaba al 72% cuando colaboraba con humanos. Aeneas amplía esa fórmula al latín y mejora sus capacidades: gestiona longitudes variables, combina imagen y texto, y trabaja con un corpus más amplio.

Lo que dice una piedra abierta (si se escucha bien)

Aeneas ya está disponible para investigadores y docentes en predictingthepast.com. Su código es abierto, igual que los datos que lo alimentan. En un entorno donde la IA suele operar como caja negra, esta apertura sugiere un nuevo enfoque colaborativo.

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