A partir del 10 de octubre, no habrá más anuncios políticos ni sobre temas sociales en Facebook o Instagram si estás en la Unión Europea. No es censura, es regulación. Meta lo llama inviable. Bruselas lo llama transparencia.
La norma que lo cambia todo
La nueva regulación europea no deja margen para ambigüedades. Si un anuncio busca influir en elecciones, debe decir quién lo paga, cuánto ha costado y cómo ha sido dirigido. Si además utiliza segmentación basada en religión, orientación sexual o ideología, ni hablar: queda prohibido, incluso con consentimiento.
Es la Regulación (EU) 2024/900, una norma pensada para que el votante sepa cuándo lo están intentando convencer, con qué medios y con qué datos. Pero su efecto colateral, según Meta, es otro: que la plataforma ya no puede ofrecer este tipo de publicidad sin riesgo legal ni operativo.
Lo que dice Meta (y lo que no)
Meta habla de “inseguridad jurídica” y de una “complejidad operativa significativa”. Asegura que las nuevas exigencias son tan estrictas que no es posible aplicarlas de forma fiable en 27 países a la vez. Prefiere cortar por lo sano.
También advierte que organizaciones sociales y partidos perderán una vía esencial para llegar a la gente. Y que el público verá anuncios menos relevantes. En el subtexto: si no se puede personalizar, no vale la pena.
Segmentación, sí. Pero con lupa.
Lo que antes era estrategia ahora es excepción. El nuevo reglamento limita el uso de datos personales a casos donde el usuario haya dado su permiso de forma clara, específica y separada. Nada de listas compradas, ni cruces de datos entre plataformas.
Además, cada anuncio político deberá incluir un “aviso de transparencia” accesible en un clic, con detalles sobre su financiación, su motivación electoral y su alcance. Y todo eso, en un archivo público durante al menos siete años.
¿Quién pierde con esta decisión?
Las plataformas pierden ingresos y capacidad de influencia. Los partidos, especialmente los pequeños, pierden eficiencia en su campaña digital. Las ONG, capacidad de movilización. Y los votantes, parte de la información dirigida que, mal que bien, a veces también ayuda a decidir.
Por otro lado, los reguladores ganan un marco más claro. Y el público, más visibilidad sobre lo que se mueve detrás del telón.
Google también se bajó del carro
Google ya había anunciado una decisión similar en 2024. Ambas compañías comparten diagnóstico: no pueden ofrecer el servicio tal y como lo exige la normativa. O lo hacen a medias, o no lo hacen. Y prefieren no hacerlo.
Mientras tanto, Europa sigue adelante con su nueva arquitectura legal: DSA, DMA, GDPR… y ahora TTPA. Un ecosistema de reglas que busca domar el caos digital. Aunque eso implique que algunas ventanas se cierren del todo.
Y al final, menos ruido
La paradoja está servida: en nombre de la transparencia, las grandes plataformas apagan una de las formas más visibles de información política. Habrá más luz sobre quién paga, pero menos mensajes pagados.
Tal vez lo que quede sea más orgánico, más caótico, más difícil de rastrear. Pero también más real. Como cuando se acaba la música y empieza el murmullo.
Abre un paréntesis en tus rutinas. Suscríbete a nuestra newsletter y ponte al día en tecnología, IA y medios de comunicación.