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Microsoft atraviesa un momento clave en su estrategia de inteligencia artificial. Su principal aliada, OpenAI, ha comenzado a operar con proveedores como Google Cloud, Oracle y CoreWeave, debilitando la exclusividad que Azure mantenía sobre la infraestructura que da vida a modelos como ChatGPT y GPT-4. La ruptura de ese privilegio pone en duda el dominio de Microsoft en la carrera por liderar la IA empresarial.

Inversión histórica y giro estratégico

Desde 2019, Microsoft ha invertido más de 13 000 millones de dólares en OpenAI, asegurando acceso prioritario a sus modelos y potenciando el crecimiento de Azure. En el último trimestre, los ingresos de su nube aumentaron un 34,8 %. Pero el giro de OpenAI hacia una arquitectura multinube y una mayor autonomía operativa ha obligado a renegociar los términos de esa relación.

Negociaciones por la cláusula de AGI

Actualmente, ambas compañías están en negociaciones avanzadas para revisar el acuerdo original, especialmente en torno a una cláusula crítica: el acceso de Microsoft a la tecnología de OpenAI en caso de que esta declare haber alcanzado una inteligencia artificial general (AGI). Según Bloomberg, el contrato vigente establece que “Microsoft perdería ciertos derechos de acceso si OpenAI alcanza AGI”, por lo que la tecnológica busca reformular esa condición para garantizar su permanencia.

Transformación legal y poder corporativo

En paralelo, OpenAI planea convertirse en una corporación de beneficio público, como parte de una ronda de financiación de 40 000 millones de dólares liderada por SoftBank. Esta transformación, que también necesita el aval de Microsoft, podría redistribuir el control sobre el futuro de la compañía y sus avances tecnológicos.

Tensión empresarial y control del futuro

La relación entre ambas, celebrada durante años como una alianza ejemplar, muestra ahora síntomas de desgaste. Sam Altman busca mayor independencia técnica y financiera, mientras que Microsoft intenta asegurar derechos sobre futuros desarrollos. Las conversaciones incluyen también el acceso extendido hasta 2030 y la reorganización de beneficios, con foco en inversiones recientes como la startup Windsurf.

Infraestructura, cómputo y competencia

El contexto detrás de esta redefinición es la infraestructura: el auge de la IA exige enormes inversiones en centros de datos, chips y energía. OpenAI necesita capacidad de cómputo sin cuellos de botella, y ningún proveedor —ni siquiera Microsoft— puede ofrecerla en exclusiva. Por eso, la búsqueda de nuevos aliados responde también a una lógica de escalabilidad y supervivencia.

Presión regulatoria creciente

La alianza está además bajo el radar de organismos como la FTC y la Comisión Europea, que investigan posibles prácticas anticompetitivas. Irónicamente, el distanciamiento entre OpenAI y Microsoft podría aliviar parte de ese escrutinio, aunque el futuro legal de la relación sigue abierto.

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