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Google asegura que cada consulta al Gemini consume solo cinco gotas de agua. La imagen es eficaz, limpia, contenida, casi inocua. Pero también esquiva. Porque en un mundo que mide cada recurso, esa gota no cae sola. Y el espejo que refleja no siempre es el del grifo.

Un gramo de CO₂, cinco gotas de agua y una métrica que se multiplica

El nuevo estudio de Google cuantifica el impacto ambiental de una consulta a su IA generativa. En números: 0,24 Wh de electricidad, 0,26 mL de agua, 0,03 g de CO₂ equivalente. El cálculo incluye toda la infraestructura, desde chips activos hasta sistemas de refrigeración. Todo suma.

WIRED destaca la rareza de este ejercicio de transparencia, pero señala que falta un estándar común. Porque sin marco compartido, cada cifra es su propio espejo.

La metáfora de las gotas: claridad que empaña

El uso de «cinco gotas» no es inocente. Reduce la escala, sugiere ligereza. Pero también desvía la mirada. Como señala WIRED, centrarse en ese dato puntual oculta el contexto completo: cómo se distribuye el agua, cuánto se evapora, dónde se recupera.

El dato es preciso, sí. Pero también parcial. Y en sostenibilidad, los matices pesan.

Eficiencia en un lado, emisiones en el otro

Google celebra una mejora espectacular: 33 veces menos energía por consulta, 44 veces menos emisiones. Pero mientras la eficiencia local mejora, las emisiones totales aumentan. Desde 2019, un 51 % más.

Es la tensión clásica de usar menos para hacer más, hasta que el «más» lo compensa todo. Un eco moderno del viejo efecto rebote.

La consulta puntual y el impacto acumulado

Una pregunta puntual a Gemini puede equivaler a encender una tele por diez segundos. Pero, ¿qué ocurre cuando esas preguntas se cuentan por millones? O cuando se suman consultas con imagen, audio, vídeo. O cuando se entrena el modelo.

Ahí, el gasto se dispara. Aunque Google no detalla el coste de entrenar Gemini, estudios independientes estiman que modelos similares —como GPT-3, desarrollado por OpenAI— requirieron hasta 700.000 litros de agua, una cifra equivalente al consumo diario de miles de personas. Cada gota cuenta, pero es el caudal lo que importa.

La transparencia como punto de partida, no de llegada

Publicar datos es un paso. Compararlos, otro. Y estandarizarlos, el verdadero reto. Por ahora, Google va delante. Pero sin que OpenAI, Meta o Anthropic hagan lo mismo, las cifras quedan flotando. Una gota medida no dice cuánto llueve.

La pregunta que sigue abierta

Una consulta a la IA parece inofensiva. Pero la suma de millones, en un sistema global sin freno, plantea una cuestión que va más allá de la técnica: ¿qué queremos automatizar, y a qué precio? En cada gramo de CO₂ hay una decisión. En cada gota de agua, una prioridad. No se trata de si una IA contamina poco, sino de si podemos sostener este ritmo de preguntas.

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