Una demanda judicial ha puesto el foco en un rincón poco visible pero crucial del sector de la inteligencia artificial. La batalla por retener el conocimiento cuando alguien cambia de empresa. Scale AI, una firma clave en el entrenamiento de modelos de IA, acusa a un exdirectivo, Eugene Ling, de llevarse más de cien documentos confidenciales al fichar por Mercor, una startup emergente. Entre ellos, estrategias para gestionar a sus mayores clientes. Y lo que parecía un salto profesional más, se ha convertido en una historia sobre límites, lealtades y propiedad del saber.
El día que se lo llevó todo
Según la denuncia presentada en un tribunal federal de California, Eugene Ling accedió a más de un centenar de documentos internos el mismo día que dejó su puesto en Scale AI como director de engagement management. Entre los archivos figuraban hojas de cálculo con estrategias de fidelización de clientes clave y métodos de operación interna. Esa misma jornada, se habría reunido con el CEO de Mercor y, según la acusación, intentó convencer a uno de los clientes más importantes de Scale para que se pasara a su nuevo empleador. También contactó con varios excompañeros para que hicieran lo mismo.
Qué pide Scale, qué dice Mercor
Scale solicita que Mercor devuelva o destruya los documentos, se abstenga de utilizar cualquier información propietaria y pague daños, costes legales incluidos. La empresa sostiene que la información sustraída ofrece ventajas competitivas significativas.
Desde Mercor, la respuesta ha sido cautelosa. Reconocen que los archivos estaban en un Drive personal de Ling, pero aseguran que no se han usado para ningún propósito comercial y que están investigando internamente lo ocurrido. El caso está en sus primeras fases, pero ya agita un sector donde los límites entre conocimiento y propiedad son más difusos de lo que parecen.
Por qué este caso va más allá de dos empresas
La pelea no es solo por unos documentos. En la economía de la IA, donde el que mejor entrena sus modelos tiene la ventaja, la información sobre cómo se gestionan los datos y los clientes se convierte en un activo tan valioso como el código.
Scale AI no es una empresa cualquiera. Meta adquirió recientemente el 49 % de su negocio de etiquetado de datos por 14.000 millones de dólares, en un movimiento que reconfiguró el mapa del sector. Poco después, Scale anunció una reestructuración que incluyó el despido del 14 % de su plantilla. En ese contexto, el paso de un directivo a una firma rival con conocimiento interno ha levantado alarmas.
Ecos de una tensión creciente
No es un caso aislado. Días antes, la empresa xAI, impulsada por Elon Musk, consiguió una orden judicial para frenar el traspaso de supuestos secretos comerciales a OpenAI por parte de un ingeniero que había cambiado de empresa. La tensión por controlar talento y conocimiento se intensifica a medida que la industria se consolida y las líneas entre lo individual y lo corporativo se desdibujan.
Qué nos llevamos cuando nos vamos
El caso abre una pregunta incómoda para cualquier empresa tecnológica: ¿hasta dónde puede llegar alguien con lo que aprendió en su antiguo puesto? ¿Qué es conocimiento general y qué es información protegida? Cuando una hoja de cálculo con nombres de clientes puede valer millones, el gesto de copiar un archivo ya no es inocente. El juicio dirá si hubo o no intenciones maliciosas, pero la cuestión de fondo seguirá abierta. En una industria que se alimenta del cambio constante, también hay quien quiere que ciertas cosas no se olviden.
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