La Comisión Europea, con un impulso decisivo de Alemania, ultima un movimiento inédito excluyendo a las grandes tecnológicas estadounidenses del nuevo marco de Acceso a Datos Financieros. El plan, que se presentará en 2025, busca crear un ecosistema controlado desde Europa donde los bancos, fintechs y aseguradoras compartan datos de clientes bajo reglas estrictas. El objetivo declarado es impulsar la competencia y la innovación, pero la decisión de dejar fuera a actores como Google, Amazon o Meta abre un debate que va más allá de las finanzas.
Una arquitectura de datos a la europea
El Financial Data Access (FIDA) es la piedra angular de esta estrategia. Inspirado en el modelo de banca abierta que se implantó con la directiva PSD2, ampliará el acceso a información financiera a nuevos sectores, como las pensiones o los seguros. La idea es que empresas autorizadas puedan, con el consentimiento del cliente, consultar y utilizar esos datos para ofrecer productos personalizados. Según Bruselas, la clave es crear un entorno de confianza donde la información no quede en manos de un puñado de gigantes globales.
Qué propone la Comisión
La propuesta de la UE no solo regula quién accede a los datos, sino cómo se comparten. Habrá estándares técnicos comunes, obligaciones de seguridad reforzadas y límites claros en el uso comercial. El acceso se dará únicamente a entidades reguladas en Europa, lo que excluye de facto a las grandes tecnológicas estadounidenses que no están bajo la supervisión comunitaria. Alemania ha liderado esta línea, circulando un documento en el que defendía expresamente la prohibición de Big Tech para garantizar la soberanía digital europea.
El valor oculto de la información
En este nuevo esquema, los datos son la materia prima. Saber dónde gasta un ciudadano, qué pólizas contrata o cómo planifica su jubilación ofrece pistas valiosas para diseñar productos a medida. Hoy, ese potencial está fragmentado entre bancos y aseguradoras. Con FIDA, podría fluir en un circuito más amplio. Bruselas quiere que ese caudal de información alimente a startups locales y no termine en los algoritmos de Silicon Valley.
Las tensiones en segundo plano
La exclusión de Big Tech no es un simple detalle técnico. Representa un cambio de rumbo en la relación económica transatlántica. Estados Unidos ha criticado en el pasado la legislación digital europea, desde el GDPR hasta la Ley de Mercados Digitales. Ahora, con FIDA, se dibuja otra línea roja con el acceso a los datos financieros. El propio expresidente Donald Trump ha advertido de posibles represalias comerciales contra países que «discriminen» a las tecnológicas estadounidenses, incluyendo nuevas tarifas y restricciones a las exportaciones.
Alemania y la bandera de la soberanía
Como ha explicado el Financial Times, Berlín ha sido el motor político de esta exclusión. El gobierno alemán difundió un documento de posición en el que defendía un veto explícito a las grandes plataformas digitales para favorecer un ecosistema financiero europeo y proteger la soberanía digital de los consumidores. Ese respaldo fue clave para que el Parlamento y la Comisión alinearan posiciones frente al lobby de Silicon Valley. La presión de los bancos alemanes y franceses terminó de consolidar el consenso.
Ecos y comparaciones
No es la primera vez que la UE busca levantar muros regulatorios. La experiencia con la PSD2 mostró que abrir los datos de pago a terceros europeos fomentó la aparición de nuevas fintechs. Algo similar ocurrió en Reino Unido con el open banking. La diferencia ahora es el alcance. FIDA no solo incluye pagos, sino todo el espectro de las finanzas personales. Y la exclusión de jugadores globales marca un contraste aún más fuerte con otros mercados, como el estadounidense, donde la regulación es más fragmentada y permisiva.
El futuro en disputa
La iniciativa todavía debe pasar por el Parlamento Europeo y el Consejo, un recorrido legislativo que puede alargarse hasta 2026. Mientras tanto, las grandes tecnológicas observan desde fuera. La pregunta es si aceptarán quedarse al margen o buscarán vías indirectas para entrar en el ecosistema, quizá mediante alianzas con bancos europeos. Bruselas, por ahora, insiste en su mantra que los datos financieros son un recurso estratégico y deben gestionarse bajo soberanía europea.
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