El exdirector ejecutivo de Google, Eric Schmidt, ha lanzado una advertencia rotunda: aunque Estados Unidos ha liderado la carrera de la inteligencia artificial, podría perder ese dominio si no reorienta su estrategia. En declaraciones realizadas en el All In Podcast, Schmidt subrayó que China está ganando terreno no tanto por aspirar al AGI (inteligencia general artificial) cuanto por implementar IA en aplicaciones prácticas cotidianas, y por abrir sus modelos al mundo.
Según Schmidt, muchas empresas tecnológicas estadounidenses apuestan por sistemas propietarios, de “pesos cerrados” (closed weights) y datos cerrados, mientras que en China la estrategia va por la liberación de pesos abiertos (open weights) y entrenamiento accesible — lo que facilita su adopción global. Esta apertura, sostiene, ha permitido que países de todo el mundo adopten modelos chinos con mayor facilidad, lo que podría erosionar la influencia tecnológica estadounidense.
Schmidt reconoce que las sanciones estadounidenses al comercio de semiconductores han limitado parte del progreso chino hacia el AGI, y que China enfrenta también restricciones de capital, pero señala que Pekín prefiere concentrarse en aplicar la IA a sectores concretos: robots, apps de consumo, sistemas empresariales. En su opinión, EE. UU. no debe descuidar estas “aplicaciones del día a día” mientras persigue metas ambiciosas de inteligencia general.
A la hora de comparar las fortalezas de ambos sistemas, Schmidt describe EE. UU. como un ecosistema “caótico, confuso, ruidoso pero inteligente”, en el que las redes universitarias, la inversión de riesgo y la pluralidad de actores son su ventaja competitiva. Esa diversidad, sostiene, debe celebrarse y potenciarse. Pero, al mismo tiempo, urge que EE. UU. combine esa creatividad con una estrategia más enfocada en IA abierta y aplicaciones prácticas.
Sin embargo, esta visión no carece de críticas o matices. Por ejemplo, ya antes Schmidt había advertido que muchos modelos estadounidenses son cerrados, lo que podría obstaculizar el avance científico en universidades que no pueden costear licencias elevadas. Si Occidente descuida el desarrollo abierto, advierte, China podría convertirse en referente de la IA abierta para el mundo. En esa línea, algunos inversores como Marc Andreessen también han urgido a EE. UU. a liderar la IA de código abierto para evitar depender del software chino.
Tampoco faltan voces académicas que cuestionan una carrera desenfrenada hacia el AGI, señalando riesgos en seguridad, gobernanza y escalada. El dilema que plantea Schmidt — competir con apertura vs proteger ventajas estratégicas — es central en la agenda tecnológica global.
En definitiva, las afirmaciones de Schmidt apuntan a un cambio de paradigma: no basta con construir modelos poderosos, sino que ganar la carrera global depende de cómo esos modelos se distribuyan, adapten y escalen. Si EE. UU. no ajusta su enfoque para fomentar la IA abierta y fortalecer su ecosistema de aplicaciones, su liderazgo en IA podría peligrar.
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