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OpenAI ha decidido ir más allá de las respuestas. En su DevDay 2025, la empresa presentó una funcionalidad con la que puede ejecutar apps dentro de la conversación. Ya no se trata solo de hablar con una IA, sino de actuar a través de ella.

Un nuevo lenguaje para usar herramientas

OpenAI ha lanzado un SDK para que desarrolladores integren sus servicios directamente en ChatGPT. Lo hace mediante un protocolo llamado MCP (Model Context Protocol), que estandariza la conexión entre modelos de lenguaje y servicios externos. Y esto permite que el usuario pueda pedri algo a la IA y esta llame a la herramienta adecuada sin abandonar el chat. «Hazme una versión de esto en Canva». «Reserva esto en Booking». «Creame una lista con las mejores canciones de los 90 en Spotify».

Del asistente al operador invisible

La idea es que ChatGPT funcione como una especie de sistema operativo conversacional. No solo responder. Ejecutar. Sugerir. Actuar.

Entre las primeras apps integradas hay nombres conocidos: Booking.com, Canva, Coursera, Figma, Expedia, Spotify i  Zillow. La IA puede recomendarlas según lo que el usuario dice. Y si el usuario acepta, la acción ocurre dentro del propio chat. Detrás, OpenAI prepara el terreno para monetizar interacciones a través de un sistema llamado Instant Checkout, que permite compras sin salir de la interfaz. El chat se convierte en tienda. Y el lenguaje, en interfaz total.

Eso sí, de momento, estas apps solo están disponibles fuera de la Unión Europea. OpenAI no ha precisado cuándo llegarán a esta región ni qué cambios serían necesarios para cumplir con la regulación vigente.

Datos que fluyen y zonas que no se ven

Cada app necesita permisos. Y aquí empiezan las preguntas de siempre. OpenAI afirma que los accesos serán limitados y transparentes. Pero no está claro qué se comparte: ¿solo el prompt que activa la app? ¿La conversación entera? ¿Algún fragmento difuso?

Ya se han documentado antes casos de apps que acceden a datos más allá de lo necesario. Y también de filtración de instrucciones internas (lo que el modelo «cree» que debe hacer) a través de comportamientos inesperados. El crecimiento de este ecosistema multiplica las posibilidades. Pero también los puntos ciegos.

OpenAI ofrece garantías para cumplir con normativas como el GDPR o la CCPA. Pero esas garantías, en la práctica, dependen de que cada desarrollador implemente bien los límites. Y de que el sistema sepa hacerlos cumplir.

Un protocolo compartido, un control en disputa

El MCP, clave en esta arquitectura, no es exclusivo de OpenAI. Fue propuesto inicialmente por Anthropic y ya cuenta con apoyo de Microsoft. La idea es crear un lenguaje común para que modelos y herramientas externas se entiendan. Pero ese lenguaje también puede abrir puertas no deseadas. Investigadores han alertado sobre vulnerabilidades como inyección de prompts o fugas de credenciales. En un sistema donde la IA llama servicios automáticamente, cualquier fisura puede tener consecuencias. La interoperabilidad es deseable. Pero requiere un nuevo tipo de vigilancia.

Lo que sugiere, lo que no explica

ChatGPT puede ahora sugerir apps según el contexto, ¿según qué criterios? Si la IA recomienda una app, ¿es porque es la más adecuada? ¿Porque es de un socio preferente? ¿Porque hay una transacción oculta? En plataformas donde lo invisible importa tanto como lo visible, esa línea es fundamental. Integrar apps desde el lenguaje suena a futuro. Pero también a control. Si el chat es el centro, todo pasa por ahí.

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