OpenAI y AMD han sellado un acuerdo que suena a promesa de futuro y a carrera contrarreloj. No es solo un trato de suministro, es una alianza que busca redibujar el mapa del poder en inteligencia artificial. AMD se convierte en el nuevo músculo de OpenAI, mientras la compañía de Sam Altman obtiene la opción de comprar hasta un 10 % del fabricante si el plan avanza según lo previsto. Un pacto técnico y financiero que revela una ambición compartida de diversificar el corazón del cómputo frente al dominio absoluto de NVIDIA.
La ingeniería invisible
El acuerdo prevé que OpenAI despliegue 6 gigavatios de potencia computacional con chips de AMD, comenzando con un primer gigavatio en 2026. Detrás de esa cifra hay miles de procesadores de la serie Instinct MI450, diseñados para alimentar la siguiente generación de modelos de IA. OpenAI será early design partner, es decir, colaborará en el desarrollo, ajustando rendimiento, eficiencia y compatibilidad. En la práctica, es como si la compañía participara en la fabricación del propio motor que mueve su inteligencia. AMD, por su parte, obtiene acceso directo al laboratorio donde se ensayan los límites del cómputo moderno.
Promesas cruzadas
Para AMD, el acuerdo podría suponer ingresos de decenas de miles de millones antes de 2027. Para OpenAI, la promesa es asegurar la energía bruta que necesita para seguir entrenando modelos cada vez más costosos. El pacto incluye una opción de compra de hasta 160 millones de acciones de AMD, equivalente a un 10 % de su capital, que se ejecutaría por fases y solo si se cumplen objetivos técnicos y bursátiles. Una jugada que mezcla la apuesta industrial con la fe en el futuro. Es también una forma de blindar acceso al hardware sin depender únicamente de un proveedor que marca el pulso del mercado, NVIDIA.
Los números del vértigo
AMD no ha revelado el valor total del contrato, pero estima que cada gigavatio desplegado puede traducirse en ingresos de decenas de miles de millones. La reacción fue inmediata. Las acciones de la compañía subieron más de un 25 % tras el anuncio. Para OpenAI, el acuerdo complementa su compromiso previo con NVIDIA, con quien planea desplegar 10 gigavatios adicionales. Entre ambas operaciones, la empresa se prepara para manejar un volumen de cómputo sin precedentes, el equivalente energético de una ciudad mediana, transformado en aprendizaje automático.
Los dilemas del crecimiento
Detrás del entusiasmo, surgen preguntas más incómodas. ¿Cuánto cuesta sostener este ritmo? La infraestructura necesaria para entrenar modelos de frontera implica un gasto colosal en energía, mantenimiento y talento. OpenAI ya ha reconocido tensiones financieras y un ritmo de inversión que apenas deja margen para el respiro. También existe el riesgo técnico, si AMD no cumple los plazos o las prestaciones prometidas, el acuerdo podría ralentizar la expansión. Y al ser una apuesta atada al mercado, el valor real del pacto depende tanto del silicio como del precio de la acción.
Ecosistemas que se bifurcan
La alianza llega en un momento de definiciones. NVIDIA reina con su ecosistema cerrado CUDA, mientras AMD defiende un enfoque abierto con ROCm y arquitecturas rack-scale. Dos filosofías que conviven en tensión, una impulsa la eficiencia y el control total; la otra, la colaboración y la independencia. OpenAI, en medio, parece buscar equilibrio entre ambos mundos. Si AMD logra ofrecer un rendimiento comparable con menor coste energético, podría consolidarse como la alternativa creíble que el sector necesitaba.
Un cierre sin punto final
El pacto entre OpenAI y AMD no es solo un movimiento empresarial. Es un ensayo sobre el futuro de la inteligencia artificial, sobre cuánto pesa la infraestructura frente al algoritmo, y hasta dónde se puede escalar sin romper el equilibrio.
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