Según un estudio reciente de Equinix, más del 65 % de los españoles valora la inteligencia artificial de forma positiva, la cifra más alta de Europa. La encuesta revela un entusiasmo amplio, aunque no exento de paradojas, confianza elevada, conocimiento parcial y una convivencia diaria con sistemas que muchos no identifican como tales.
Una radiografía europea con acento español
El informe, elaborado por la firma Censuswide para Equinix, recogió la opinión de más de 6.000 personas en seis países europeos: España, Alemania, Finlandia, Suecia, Suiza y Reino Unido. Entre ellos, España sobresale por su optimismo: el 82 % de los encuestados afirma no sentir miedo hacia la IA, frente al 77 % de media continental. Solo un 5 % admite tenerle miedo abierto.
Esa actitud confiada no significa una aceptación ciega. Más bien, parece expresar una familiaridad creciente con las herramientas digitales que usan IA de forma invisible, desde los motores de búsqueda hasta las aplicaciones de banca o salud. La tecnología ya está integrada en la rutina, aunque no siempre bajo ese nombre.
La paradoja del uso inconsciente
La encuesta también muestra un desfase entre la percepción y la práctica. En España, el 56 % dice comprender cómo funciona la IA, pero solo el 36 % reconoce usarla de manera consciente. Sin embargo, cuando se les pregunta por frecuencia, un 25 % declara emplearla varias veces al día, por encima del promedio europeo del 21 %. El dato sugiere una relación cotidiana pero poco reconocida, la IA actúa a menudo en segundo plano, filtrando correos, recomendando canciones o gestionando la logística de las ciudades. Esa invisibilidad alimenta un optimismo que convive con un conocimiento limitado.
Generaciones y brechas de confianza
El entusiasmo no es uniforme. Entre los menores de 35 años, el 72 % se declara seguro ante la IA, mientras que entre los mayores de 55 la cifra cae al 41 %. También existen diferencias de género, el 62 % de los hombres confía en la IA, frente al 50 % de las mujeres. Estos contrastes muestran que la alfabetización digital y la inclusión tecnológica siguen siendo determinantes. La confianza en la IA, más que una cuestión de actitud, está vinculada a la experiencia y a la exposición previa al uso de estas herramientas.
Entre la confianza y la capacidad técnica
Mientras la opinión pública muestra entusiasmo, el mundo empresarial mantiene cautelas. Casi la mitad de los líderes tecnológicos de Europa duda de que sus infraestructuras puedan sostener la demanda que genera la IA. La confianza ciudadana contrasta con las limitaciones técnicas y energéticas que los expertos advierten a medio plazo.
Otros estudios europeos, como el realizado por la Comisión Europea en febrero de 2025, reflejan una tendencia similar: más del 60 % de los trabajadores ve con buenos ojos la IA, pero un 84 % exige garantías de privacidad y regulación transparente. La confianza no elimina la necesidad de control.
Europa ante su propio espejo
El optimismo español llega en un momento clave para Europa. Mientras el continente refuerza su Ley de Inteligencia Artificial para garantizar un desarrollo seguro y ético, las encuestas muestran una ciudadanía abierta pero exigente. El reto ya no es solo adoptar la IA, sino hacerlo con criterio y responsabilidad. En comparación con Estados Unidos o China, Europa sigue rezagada en inversión y adopción tecnológica. Sin embargo, su apuesta por la regulación podría marcar un modelo alternativo, uno que combine confianza social y garantías institucionales.
Un optimismo que plantea preguntas
Que España lidere la confianza en la IA puede leerse como un síntoma de adaptación cultural o de falta de conciencia plena sobre su alcance. La clave estará en si el optimismo se traduce en un impulso hacia la alfabetización tecnológica o en una confianza ingenua en los sistemas automáticos. Quizá el futuro dependa de esa frontera.
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