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La convivencia entre plataformas consolidadas y nuevas herramientas de inteligencia artificial ha tropezado con un conflicto abierto. Esta semana, Perplexity AI ha hecho público un requerimiento legal enviado por Amazon contra su asistente Comet, una herramienta que permite al usuario comprar en Amazon como si lo hiciera por sí mismo, pero delegando el gesto en una inteligencia artificial. El caso ilustra una tensión creciente sobre qué papel juegan los agentes autónomos en un ecosistema digital controlado por gigantes.

Cómo funciona Comet y por qué incomoda a Amazon

Comet Assistant es una extensión de navegador creada por Perplexity. Su función es actuar como agente, el usuario inicia sesión en Amazon, y el asistente puede buscar productos, comparar opciones y realizar compras usando sus credenciales. No lo hace en nombre de Perplexity, sino como si fuera el propio usuario. Amazon alega que esta automatización vulnera sus condiciones de uso. Según documentos citados por Reuters, acusa a Comet de simular actividad humana, lo que podría deteriorar la experiencia de compra y poner en riesgo la seguridad del sitio. La mecánica, dicen, se parece demasiado a un disfraz.

El modelo que propone Perplexity: delegar sin perder el control

Perplexity defiende que Comet representa una evolución natural, pasar de herramientas pasivas a asistentes que ejecutan tareas. No recopila datos, no almacena credenciales. Todo ocurre en el dispositivo del usuario. La promesa es eficiencia, que el agente actúe en nombre del usuario, sin interferencias ni fricciones. El conflicto, según la versión de Perplexity, no es técnico sino comercial. En su blog, acusan a Amazon de bloquear innovaciones que podrían reducir su dependencia de ingresos por publicidad. Como si la innovación estuviera bien solo cuando no altera el margen de beneficios.

Quién controla la experiencia: el dilema de fondo

Amazon defiende su derecho a gestionar la experiencia dentro de su propia plataforma. Alega que la intervención de agentes externos puede alterar la calidad del servicio o generar comportamientos no deseados. El dilema que aflora es estructural: ¿puede el usuario elegir con qué herramientas interactúa en un sitio? ¿O es la plataforma quien marca los límites? La frontera entre «usuario» y «agente del usuario» se vuelve difusa, y eso inquieta a quienes dominan el canal de venta. No es una cuestión de permisos, sino de poder.

Precedentes y comparativas: no es un caso aislado

El debate recuerda a otros choques entre plataformas y desarrolladores. Desde aplicaciones que automatizan reservas hasta extensiones que alteran la interfaz de sitios populares, el patrón se repite con innovaciones que amplían el margen de acción del usuario tienden a chocar con las reglas de uso.

En todos los casos, la pregunta de fondo es: ¿qué grado de agencia puede tener el usuario dentro de entornos digitales cerrados? En qué punto su libertad empieza a parecer peligrosa para el modelo de negocio.

Un escenario que se dibuja: agentes conversando con plataformas

El caso Comet anticipa una transformación mayor. A medida que los agentes de IA ganen capacidad para interactuar con servicios online, los portales tendrán que decidir si los aceptan como extensión del usuario o si los bloquean como intrusos. Ese desenlace no es solo técnico. Implica decisiones sobre interoperabilidad, competencia y derechos digitales. Y perfila el tipo de web que está en juego, una donde el usuario actúa libremente con sus herramientas o una donde cada plataforma define los límites de esa libertad. Como siempre, el futuro llega preguntando si puede pasar.

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