Google ha presentado la plataforma Private AI Compute, un nuevo servicio en la nube que busca combinar la capacidad de cálculo de los grandes modelos de IA con los niveles de privacidad que se asociaban hasta ahora al procesamiento local. La propuesta aparece justo cuando la demanda de funciones de IA más avanzadas choca con las limitaciones de los dispositivos.
Una nube con cerradura que no se deja abrir
El flujo que propone la compañía sigue esta lógica. El usuario lanza una acción. El sistema evalúa si puede ejecutarla localmente. Cuando el dispositivo no puede procesar por sí solo una petición compleja de IA, el dato se envía a una nube «blindada» donde actúa el modelo sin exponer al usuario. El modelo procesa la solicitud y devuelve la respuesta, sin almacenar el contenido ni vincularlo al perfil del usuario. Google describe este entorno como un espacio seguro que opera sobre su infraestructura propia de TPUs, unidades diseñadas específicamente para tareas de inteligencia artificial, y enclaves de hardware denominados Titanium Intelligence Enclaves.
Funciones que piden más potencia de la que cabe en un chip
Google afirma que esta arquitectura permitirá acceder a funciones antes inviables desde el móvil. Desde sugerencias contextuales más precisas hasta transcripciones en varios idiomas o razonamiento más complejo. Todo esto sin necesidad de esperar a procesadores más potentes en el dispositivo.
Entre los primeros casos de uso, la empresa menciona mejoras en Magic Cue, una herramienta que ofrece sugerencias automáticas en tiempo real, y en la app Recorder, que pronto podrá manejar transcripciones en una gama más amplia de lenguas gracias a la potencia de la nube.
Qué datos viajan y cómo se protegen en tránsito
Private AI Compute procesará información que antes permanecía en el dispositivo. Historial, calendario, contexto de uso o incluso fragmentos de mensajes. Según Google, estos datos se cifran antes de salir del teléfono, se verifican mediante atestación remota y solo se ejecutan en entornos aislados donde ni la propia empresa puede acceder. La arquitectura se apoya en tres pilares fundamentales. Primero, hardware propio con TPUs diseñadas para eficiencia y seguridad. Segundo, conexiones verificadas mediante mecanismos criptográficos. Y tercero, una política declarada de no retención ni vinculación de los datos al usuario.
Qué dice Google y qué falta por comprobar
Google presenta esta plataforma como una extensión segura del procesamiento local. Pero aún quedan puntos abiertos. Por ejemplo, no se han publicado auditorías independientes ni certificaciones externas que verifiquen el aislamiento de los datos. Tampoco se conocen métricas concretas sobre latencia, consumo energético o disponibilidad en dispositivos antiguos. El anuncio se apoya en los principios de IA responsable que la empresa ha promovido en los últimos años. Sin embargo, la transparencia real dependerá de qué herramientas tendrán los usuarios o terceros para verificar lo prometido.
Apple, la referencia inevitable
La propuesta de Google no aparece en el vacío. Apple presentó en 2024 su plataforma Private Cloud Compute con una promesa similar. Procesamiento en la nube con las mismas garantías de privacidad que en el dispositivo. Allí también se destacaba el aislamiento, la no retención y la imposibilidad de acceso externo. La diferencia clave está en el ecosistema. Apple controla todo el trayecto desde el silicio hasta la aplicación. Google, en cambio, lanza esta solución en un entorno mucho más diverso como es Android, lo que multiplica las posibilidades, pero también los riesgos o inconsistencias en la implementación.
Entre la promesa y la comprobación
Private AI Compute quiere ser una solución intermedia entre potencia y privacidad. Una nube que no se ve pero que responde como si estuviera en el bolsillo. Si lo logra o no dependerá de cuánto confíen los usuarios en la arquitectura, y de cuántas garantías reales puedan comprobar por sí mismos o a través de organismos externos.
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