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OpenAI ha dado un nuevo paso en la socialización de su asistente virtual con el lanzamiento piloto de los «chats grupales» en ChatGPT. La novedad transforma la experiencia individual en una dinámica compartida, donde varias personas y la IA dialogan al mismo tiempo. Detrás de este giro está la promesa de una colaboración más fluida, pero también la aparición de nuevas preguntas sobre privacidad, control y convivencia digital.

Una mesa redonda con IA

Los chats grupales permiten que entre una y veinte personas interactúen con ChatGPT en una sala compartida. Desde la interfaz de ChatGPT, se accede a esta opción mediante un icono de grupo. Al crear un nuevo chat o duplicar uno ya existente, se genera un enlace que puede compartirse con otros usuarios. ChatGPT actúa como un miembro más del grupo, ya sea de forma automática o cuando se le menciona expresamente. El sistema utiliza el modelo GPT-4 Turbo y activa herramientas como búsqueda en la web, generación de imágenes, subida de archivos y dictado por voz. Todas estas funciones están disponibles según el plan del usuario (Free, Plus, Team o Enterprise), y su acceso varía ligeramente según la región y el dispositivo.

Para decidir, planear o debatir en grupo

El nuevo formato habilita usos prácticos que van desde la organización de cenas hasta la planificación de proyectos laborales. ChatGPT puede proponer fechas, resumir ideas, generar listas o aportar información al vuelo. Algunos ejemplos sugeridos por OpenAI incluyen coordinar un viaje entre amigos, debatir opciones en una decisión conjunta o colaborar en el diseño de un producto compartiendo referencias visuales. La IA actúa como una especie de secretaria digital o analista improvisado, aunque no siempre acierta el tono o el momento de intervenir.

Datos compartidos, memoria limitada

Uno de los puntos sensibles es el manejo de datos dentro de estos entornos. A diferencia de los chats individuales, la «memoria» personal de ChatGPT no se utiliza en los grupos. Tampoco se crea una nueva memoria a partir de estas conversaciones. La IA solo tiene acceso al contenido compartido en el chat grupal: mensajes, archivos, imágenes y nombres visibles de los participantes. Las instrucciones personalizadas o el historial de otros chats no se cruzan con esta experiencia. Además, si hay menores en el grupo, se activa una protección especial que reduce el contenido sensible y permite controles parentales.

Nuevas dinámicas, nuevas fricciones

La presencia de una IA en una conversación grupal cambia el ritmo. En pruebas preliminares, algunos usuarios señalan que ChatGPT puede resultar intrusivo o desentonar con el tono humano. Ajustar su participación no siempre es intuitivo, y la fluidez de la conversación puede resentirse si la IA interviene en exceso. También hay inquietudes en torno a la privacidad. Aunque el acceso está limitado, el hecho de que cualquier persona con el enlace pueda sumarse al chat genera dudas. OpenAI recomienda resetear o eliminar enlaces compartidos si se sospecha una distribución no deseada.

Entre Zoom y WhatsApp, pero con una IA en la sala

El movimiento de OpenAI se alinea con una tendencia más amplia de integrar la IA en espacios de comunicación colaborativa. Google, Microsoft y otras plataformas ya exploran formatos similares, aunque con distintas lógicas de intervención. En paralelo, estudios académicos advierten que los bots en grupos pueden deducir información sensible incluso sin acceso directo a datos personales. El diseño de la interacción, y no solo el acceso a los datos, será clave.

Cuestión de costumbre o de control

Este piloto está disponible inicialmente en Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Taiwán y otros mercados seleccionados. Su evolución dependerá de la aceptación de los usuarios y de cómo se ajusten los filtros de intervención y seguridad.

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