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La agricultura moderna se enfrenta a una tormenta perfecta. Por un lado, una crisis de mano de obra cada vez más acusada; por otro, el incesante aumento de los costes operativos, especialmente de los combustibles fósiles, que ahogan la rentabilidad de las explotaciones. A esto se suma la presión por una mayor sostenibilidad ambiental. Durante décadas, el pilar del campo ha sido el tractor convencional, una máquina que depende de un operario dedicado durante largas y repetitivas jornadas para tareas como atomizar, labrar o subsolar.

Este modelo se está volviendo insostenible. Sin embargo, en el corazón de uno de los principales núcleos agrícolas de España, en Lleida, una solución está tomando forma. No se trata de una simple mejora, sino de un cambio de paradigma: la fusión de la robótica agrícola avanzada con la inteligencia artificial (IA). Empresas emergentes como la startup leridana Agrin’pulse están demostrando que el futuro del campo no pasa solo por conductores, sino también por gestores. Han desarrollado el AG-X, un robot autónomo y eléctrico diseñado para sustituir en un amplio abanico de tareas al tractor frutero convencional, prometiendo abaratar costes y revalorizar el trabajo del agricultor.

La plataforma robótica: el «músculo» eléctrico del campo

Para entender esta revolución, primero debemos mirar el «hardware». La base de esta nueva era es la plataforma robótica: un vehículo diseñado desde cero para la eficiencia y la autonomía. El AG-X es un robot 100% eléctrico que se mueve sobre orugas de 250 mm de ancho, diseñadas para traccionar en terrenos difíciles y minimizar la compactación del suelo. Con un peso operativo cercano a los 3000kg y una potencia equiparable a la de un tractor de 90-120cv, tiene la fuerza de un tractor frutero convencional de alta gama.

Su sistema se alimenta por una batería modular e intercambiable que le otorga una autonomía de 6 a 8 horas de trabajo continuo, y es capaz de operar en condiciones climáticas adversas, pero su característica más inteligente, desde el punto de vista del diseño físico, es su compatibilidad, y es clave para la economía del agricultor: es totalmente compatible con las herramientas que ya tiene en su almacén.

Piense en un tractor como en una navaja suiza: el tractor es el mango y las herramientas (como un arado, una trituradora o un pulverizador) son los accesorios que se le acoplan. Este robot ha sido diseñado para usar exactamente los mismos accesorios que el agricultor ya compró para su tractor diésel.

Para lograrlo, el robot imita dos cosas clave de un tractor tradicional:

  1. El enganche físico: Utiliza el sistema de «brazos» metálicos estándar (conocido como «enganche de 3 puntos») que sirve para sujetar físicamente el arado o la herramienta.
  2. La conexión de energía: Muchas herramientas necesitan energía para funcionar (por ejemplo, para hacer girar las cuchillas de una trituradora). El robot tiene un «enchufe» de potencia (la «toma de fuerza») tan potente como el de un tractor de alta gama, con fuerza de sobra para moverlas.

Además de esto, tiene la fuerza de un buey, pudiendo arrastrar remolques de hasta 4.000 kg.

En resumen, lo que los ingenieros han construido es un «músculo» eléctrico, potente y versátil. Pero, por sí solo, este músculo no sabe qué hacer. Es como un coche deportivo sin nadie al volante: es potente, pero sin un «cerebro» que lo guíe, seguiría necesitando un piloto

IA: el «cerebro» que otorga la autonomía

Aquí es donde la inteligencia artificial entra en juego, actuando como el «cerebro» que dota de verdadera autonomía a la plataforma robótica. El software, desarrollado íntegramente por Agrin’pulse, es el sistema nervioso digital que permite al robot saber dónde está, qué tiene que hacer y cómo ejecutarlo de forma segura.

Para lograrlo, la IA fusiona los datos de una sofisticada suite de sensores integrados:

  • LIDAR: Un láser que escanea el entorno en 3D para crear mapas y detectar obstáculos con precisión milimétrica.
  • GPS RTK: Un sistema de posicionamiento satelital de alta precisión que garantiza que el robot siga la ruta planificada sin desviarse.
  • Cámaras y Radar: Proporcionan capas adicionales de visión y detección, permitiendo al robot identificar objetos incluso en condiciones de polvo o baja visibilidad.

Gracias a este «cerebro» sensorial, el robot puede planificar rutas, mapear el campo y evitar obstáculos de forma autónoma. Además, el sistema se basa en el aprendizaje automático: cuantas más horas trabaja y más datos recopila, más se perfecciona su software. El agricultor simplemente usa una tablet, selecciona la finca, la tarea y pulsa «play». Si el robot detecta a una persona, se detiene, envía una alerta al móvil del agricultor y reanuda la tarea automáticamente cuando el obstáculo desaparece.

Agrin’pulse y el robot AG-X en Lleida

El caso de Agrin’pulse es la demostración perfecta de esta sinergia. Sus fundadores provienen de familias de agricultores y, como ingenieros, vieron el problema de primera mano: la dificultad para encontrar mano de obra y unos costes que hacían inviable la explotación.

Su respuesta fue el AG-X. El objetivo no era crear un robot futurista inalcanzable, sino una herramienta práctica que sustituyera «1 a 1» al tractor frutero convencional en la mayoría de las tareas. La validación de su enfoque no es solo teórica: ya están fabricando la primera preserie de 10 unidades y la primera de ellas ya ha sido vendida a un agricultor en Alcarràs.

El factor decisivo ha sido el económico. El AG-X tiene un precio de 120.000 €, similar al de un tractor frutero convencional de alta gama (que oscila entre 100.000 € y 120.000 €). Esto lo sitúa entre un 50% y un 100% por debajo del precio de otros robots autónomos en el mercado, haciendo la tecnología realmente asequible. El agricultor recupera la inversión rápidamente, ya que operar el AG-X es, según sus creadores, cuatro veces más barato que un tractor diésel, entre otros al eliminar el gasto en combustible. El robot puede trabajar 24/7 (dependiendo de la batería), permitiendo al agricultor dejar de ser un conductor y convertirse en un supervisor de alto valor, con mayor eficiencia y rendimiento, gestionando sus tierras con instrumentos de nueva generación.

Un nuevo horizonte para el sector

Aunque el AG-X está enfocado en explotaciones frutales, la combinación de robótica eléctrica e IA tiene implicaciones para todo el sector agrícola. Los propios fundadores de Agrin’pulse ya visualizan una gama de productos más amplia: desde robots más pequeños para tareas logísticas o aplicación de fitosanitarios de precisión, hasta máquinas mucho más grandes y potentes para el cereal y el cultivo extensivo.

En el contexto español y europeo, esta tecnología es vital. El único hándicap actual es que estos robots no pueden circular por vías públicas, por lo que deben ser transportados entre fincas, un obstáculo menor para la mayoría de explotaciones.

El potencial no es solo para el agricultor, sino para el desarrollo industrial local. La visión de Agrin’pulse es establecer una fábrica en Lleida capaz de producir más de 5.000 robots al año. El proyecto tiene un fuerte arraigo territorial: el software se desarrolla en Alcarrás  y la mayoría de las piezas metálicas provienen de la industria local, en un radio de menos de 100 km, aunque componentes clave como las celdas de litio o los motores deban importarse.

El futuro del campo ya no solo se conduce

La sinergia entre las plataformas robóticas eléctricas y la inteligencia artificial no es una promesa de ciencia ficción; es una respuesta tangible y económica a los retos más urgentes de la agricultura. Casos como el de Agrin’pulse demuestran que esta tecnología es viable, rentable y, sobre todo, necesaria.

El impacto es triple: sostenibilidad, al eliminar las emisiones directas de combustibles fósiles en el trabajo de campo; productividad, al permitir que las tareas se realicen de forma autónoma y continua; y revalorización humana, al liberar al agricultor de las tareas más pesadas y repetitivas para que pueda dedicarse a lo que realmente importa: la gestión agronómica, el análisis de datos y la toma de decisiones.

El objetivo no es «sustituir» a nadie, sino aumentar la productividad del campo y asegurar su futuro. La visión es clara: el futuro de la agricultura ya no solo se conducirá con un volante, sino que tambien se gestionará desde una tablet, mientras los robots ayudan en el trabajo pesado.

Doctor Ingeniero en Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Catalunya y MBA en ESADE

Pere Vila Fumás

Actualmente, es mentor en la adopción de tecnologías de IA en la industria.

Doctor Ingeniero en Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Catalunya y MBA en ESADE. Actualmente es mentor en la adopción de tecnologías de IA en la industria.
Pere Vila Fumas

Doctor Ingeniero en Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Catalunya y MBA en ESADE. Actualmente es mentor en la adopción de tecnologías de IA en la industria.

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