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Amazon Web Services (AWS) y Google Cloud han firmado una alianza inédita. Juntos han lanzado una solución de conectividad entre nubes que permite enlazar sus plataformas mediante un acceso privado, seguro y de alta velocidad. Ya no hace falta coordinar instalaciones físicas ni configurar rutas manualmente, el vínculo se activa desde una consola, en cuestión de minutos.

Es la primera vez que dos grandes del cómputo en la nube colaboran para ofrecer interoperabilidad nativa. Para las empresas que trabajan en ambas plataformas, esto podría suponer un cambio de ritmo. La infraestructura deja de ser una barrera para pensar en clave multicloud.

Una red sin cables ni fronteras físicas

La solución combina dos productos que ya existían: AWS Interconnect – multicloud y Google Cloud Cross-Cloud Interconnect. En lugar de tender cables o contratar enlaces, la conexión se establece desde la nube y se gestiona como un servicio más.

El tráfico circula por enlaces privados con ancho de banda garantizado y cifrado MACsec, un sistema que asegura la transmisión de datos punto a punto. La red incorpora redundancia física: se apoya en múltiples rutas y dispositivos independientes, supervisados de forma continua para evitar interrupciones. Además, el despliegue es inmediato y puede automatizarse desde la consola o mediante API, lo que convierte una tarea compleja en un proceso casi transparente. En la práctica, es como si ambas plataformas compartieran un puente exclusivo, invisible pero robusto, que evita rodeos y simplifica el camino.

Lo que promete este puente digital

Para las organizaciones que ya usan múltiples nubes, o que planean hacerlo, las ventajas son tangibles:

  • Mover datos entre AWS y Google Cloud sin latencias excesivas.
  • Usar servicios específicos de cada nube sin duplicar infraestructuras.
  • Centralizar la gestión de red sin depender de operadores externos.
  • Aumentar la resiliencia con enlaces cifrados y rutas alternas.

La promesa es una experiencia multicloud más fluida, como si ambas nubes fueran una sola.

Dónde están los datos y quién controla el canal

Esta nueva interconexión no toca los datos del usuario ni modifica sus ubicaciones. Lo que cambia es el canal, en vez de enviar paquetes por internet o por redes contratadas, se mueven dentro de una infraestructura privada gestionada por AWS y Google. Todo se orquesta desde la nube, no hay equipamiento que desplegar ni enlaces que negociar. La arquitectura es virtual, pero el control sigue en manos de los proveedores. La empresa cliente define rutas y permisos, pero no gestiona el subsuelo.

La interoperabilidad como doble filo

Aunque esta alianza reduce la fricción técnica, también plantea nuevas dependencias. Usar una red compartida implica ajustar configuraciones propias de AWS y Google Cloud. Migrar o cambiar de proveedor podría requerir replantear la arquitectura de red. La especificación común es teóricamente abierta, pero por ahora solo estos dos gigantes la implementan. Y aunque el tráfico es privado, los riesgos clásicos de la nube siguen ahí: permisos mal configurados, errores humanos, cumplimiento normativo. La facilidad tiene un precio: ceder parte del control para ganar velocidad.

Un paso más hacia la nube sin fronteras

Cada vez más empresas operan en entornos multicloud. Quieren elegir los mejores servicios sin quedar atadas a un solo proveedor. Hasta ahora, esa flexibilidad traía consigo una complejidad operativa considerable. Con esta iniciativa, parte de esa complejidad desaparece. AWS y Google Cloud se convierten en un ecosistema compartido. No es una nube unificada, pero sí una infraestructura donde la interoperabilidad deja de ser un deseo y se vuelve una opción real.

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