Anthropic ha lanzado una novedad que invierte el flujo habitual, en lugar de ofrecer un asistente que responde, propone un sistema que interroga. Interviewer, impulsado por Claude, está diseñado para entrevistar a usuarios reales sobre su relación con la IA, sus expectativas y sus rutinas alteradas. No se trata solo de mejorar productos. El objetivo declarado es mapear emociones, temores y aspiraciones ante una tecnología que se infiltra cada vez más en el trabajo cotidiano. Interviewer actúa como sismógrafo de esa transformación.
Cómo funciona este entrevistador artificial
La herramienta se despliega en tres fases. Primero, planifica la conversación según el perfil, después conduce la entrevista adaptando las preguntas en tiempo real y, finalmente, analiza las respuestas en busca de patrones.
Cada sesión dura entre 10 y 15 minutos. En la fase piloto han participado 1.250 personas, divididas en tres grupos: trabajadores generales (1.000), científicos (125) y profesionales creativos (125).
Lo que los primeros datos están contando
El relato más común es de utilidad: la IA permite ahorrar tiempo, automatizar tareas repetitivas y liberar energía para labores de supervisión o creación. Sin embargo, también afloran zonas de incomodidad. Algunos creativos admiten haber delegado completamente decisiones en la IA. Para unos, eso amplifica su trabajo; para otros, diluye su agencia.
Entre científicos, la herramienta es bienvenida para tareas mecánicas como redactar informes o revisar código. Pero aún se desconfía de su capacidad para generar ideas originales o diseños experimentales.
La percepción subjetiva también arroja una brecha: mientras que el 65% de los usuarios define su uso como “colaborativo”, los datos reales de actividad muestran un equilibrio casi exacto entre tareas automáticas y compartidas.
Una herramienta para escuchar, no solo asistir
Con Interviewer, Anthropic busca algo más que feedback. Quiere construir un archivo vívido de cómo se está usando la IA y con qué efectos emocionales, profesionales y culturales. Las transcripciones, siempre con consentimiento, podrán ser consultadas por investigadores externos. Esta estrategia posiciona a Interviewer como una especie de etnógrafo digital.
Tensiones en una conversación circular
El experimento plantea dilemas claros. Primero, el carácter autorreferencial, una IA preguntando sobre IA. ¿Hasta qué punto es posible obtener respuestas auténticas? ¿Y qué implica automatizar también la escucha?
Segundo, la dimensión identitaria, en trabajos donde la creatividad o el criterio son centrales, la irrupción de la IA genera más dudas que certezas. Tercero, la distancia entre percepción y práctica sugiere que entender el impacto real de la IA exige algo más que preguntar, también hace falta saber interpretar.
Un espejo inesperado del presente digital
Como quien pone un micrófono en medio de una sala llena, Interviewer no dicta, solo registra. Pero al convertir al usuario en entrevistado y a la IA en oyente activa, obliga a mirar hacia adentro. ¿Estamos preparados para que una máquina escuche nuestras dudas sobre las máquinas?
Abre un paréntesis en tus rutinas. Suscríbete a nuestra newsletter y ponte al día en tecnología, IA y medios de comunicación.