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La empresa italiana Energy Dome y Google firman un acuerdo pionero para desplegar baterías de dióxido de carbono. Una apuesta por el almacenamiento de energía de larga duración, clave para un futuro sin fósiles.

Cuando el sol se apaga y el viento se detiene

Google quiere funcionar con energía libre de carbono las 24 horas del día, todos los días del año. No solo cuando hace sol o sopla el viento. Para lograrlo, necesita una forma de guardar el exceso de electricidad limpia y usarla después, sin encender centrales de gas.

En esa búsqueda, acaba de firmar su primer contrato comercial con una tecnología de almacenamiento de energía de larga duración. Y no ha elegido una batería de litio ni una presa hidráulica. Ha apostado por una tecnología que comprime y libera dióxido de carbono como si fuera un fuelle invisible.

La empresa que lo ha hecho posible se llama Energy Dome, tiene sede en Milán, y promete almacenar energía durante horas críticas, usando un gas que suele representar lo contrario de lo sostenible.

Una cúpula, un gas y una idea circular

El principio es tan físico como ingenioso: usar CO₂ en un sistema cerrado. Cuando hay excedente de energía solar o eólica, se emplea para comprimir CO₂ hasta licuarlo. El gas líquido se almacena. Cuando la red necesita energía, ese gas se deja expandir, y al hacerlo, mueve una turbina que genera electricidad.

Todo el proceso ocurre dentro de un circuito cerrado. No hay emisiones. Solo un ciclo controlado de presión y temperatura.

Este tipo de batería no depende de metales críticos ni de materiales que viajan medio planeta antes de ensamblarse. Se puede instalar en cualquier clima, ocupa poco espacio y ofrece entre 8 y 24 horas de descarga continua. Lo suficiente para pasar la noche o atravesar una jornada sin viento.

Qué gana Google (además de energía)

Más que un cliente, Google se convierte en socio estratégico. Ha invertido en la empresa y la usará para impulsar sus operaciones libres de carbono en América, Europa y Asia-Pacífico.

Hasta ahora, la mayoría de sus esfuerzos estaban centrados en comprar electricidad verde. Pero eso solo resuelve el problema a medias. Sin almacenamiento, hay que seguir recurriendo a fuentes fósiles cuando la producción renovable baja.

Con este acuerdo, Google sale del mercado de compradores y entra en el de constructores. Participa en la maduración de una tecnología que podría estabilizar redes eléctricas enteras, no solo alimentar centros de datos.

Sin litio, sin humo, sin prisa

La batería de CO₂ se suma a un grupo emergente de soluciones que buscan lo mismo: guardar energía limpia durante muchas horas. Compite con propuestas que usan agua salada, aire líquido, sales fundidas o rocas calientes.

Su ventaja es doble, no depende de materiales escasos y ya ha pasado la fase de demostración. Energy Dome ha firmado acuerdos con empresas energéticas en Italia, Estados Unidos e India. Pero aún no existe una planta a escala comercial.

El despliegue con Google podría ser el salto que faltaba. Si funciona, abrirá la puerta a una nueva categoría de almacenamiento más limpia, local y replicable.

Respirar a contratiempo

El sistema de Energy Dome actúa como un pulmón artificial, absorbe energía limpia cuando sobra y la exhala cuando falta. Respira al revés del mundo natural. Lo hace con CO₂, pero no para contaminar, sino para cerrar el círculo de lo renovable.

En un sistema eléctrico que se mueve por impulsos y picos, tener un compresor que aguante el ritmo puede marcar la diferencia. Google ha hecho su jugada. Ahora le toca a la tecnología demostrar que también puede sostener el aliento.

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