En el vertiginoso ecosistema de Silicon Valley, la carrera por dominar la inteligencia artificial ha dado un giro decisivo. Ya no se trata únicamente de construir modelos más potentes o de entrenar algoritmos más sofisticados. La verdadera contienda se libra ahora por el control de los datos que alimentan esas máquinas pensantes. Las recientes maniobras de Apple y Meta confirman que la batalla por la IA se ha desplazado silenciosamente del software hacia la infraestructura invisible —pero estratégica— de la información.
Apple: autonomía desde la interfaz
En las últimas semanas, ha trascendido que Apple estudia la adquisición de Perplexity AI, una startup que ha logrado lo que muchos gigantes aún persiguen: un buscador conversacional, basado en IA, capaz de responder en tiempo real y con referencias verificadas. Con 780 millones de consultas en mayo y un crecimiento mensual superior al 20 %, Perplexity no es una simple promesa, es un activo de poder. Apple lo sabe, y Google también.
Desde Cupertino, la operación se percibe como una oportunidad para cortar la dependencia tecnológica de actores externos como OpenAI y, sobre todo, de Google. Cada búsqueda en Safari alimenta los ingresos mutuos —más de 20.000 millones de dólares al año—, pero también refuerza el monopolio de Google sobre los hábitos de navegación. Integrar Perplexity en el ecosistema de Apple permitiría construir una capa semántica propia sobre internet, una aspiración largamente postergada por Siri o Spotlight.
Meta: el control empieza desde la base
Mientras Apple busca controlar el punto de entrada, Meta se posiciona en la raíz del sistema. Desde Menlo Park, ha adquirido el 49 % de Scale AI, firma especializada en anotar los datos que alimentan modelos como LLaMA. El movimiento fue interpretado como una jugada para blindar el suministro de datasets críticos. La reacción de OpenAI fue inmediata, rompiendo la colaboración con Scale. “No podemos depender de una fuente de datos controlada por un competidor directo”, fue el mensaje no dicho. Google y Microsoft siguieron el mismo camino. Los datos ya no son una mercancía neutral, sino una ventaja geoestratégica.
Arquitectura de poder y dependencia
Resulta revelador que, mientras Meta asegura el acceso a la materia prima, Apple redobla esfuerzos para dominar la interfaz donde surgen las preguntas. Siri, en su forma actual, está por detrás de Gemini o Copilot. Pero si Apple absorbe Perplexity, podría dar un salto significativo sin necesidad de romper, de momento, su rentable alianza con Google. Basta con integrarlo gradualmente en productos como Vision Pro, Apple Intelligence o el buscador interno.
Ambas compañías siguen caminos distintos hacia un mismo objetivo: no depender de terceros. Y lo hacen en un contexto jurídico cambiante. La demanda antimonopolio que investiga el acuerdo entre Google y Apple podría alterar ese equilibrio. Si se rompe ese pacto, la compra de Perplexity podría acelerarse. Mientras tanto, Meta avanza con un discurso open source para LLaMA, pero sus inversiones muestran que incluso la apertura tiene límites cuando el control está en juego.
El futuro de la IA: ¿quién controla el conocimiento?
En esta nueva fase, la supremacía no se mide por la arquitectura del modelo, sino por el acceso sostenido a datos relevantes, confiables y escalables. Apple quiere que cada interacción ocurra dentro de su ecosistema cerrado. Meta, que ningún proveedor externo condicione su capacidad de entrenar. Y OpenAI, por su parte, busca no ser rehén de intereses cruzados.
Ya no se trata solo de quién construye la mejor IA. La pregunta central es quién poseerá las llaves del conocimiento, y qué precio estaremos dispuestos a pagar por acceder a ellas.
Abre un paréntesis en tus rutinas. Suscríbete a nuestra newsletter y ponte al día en tecnología, IA y medios de comunicación.