Es normal que, ante fenómenos que no conocemos, nuestro cerebro reaccione para protegernos. Si a eso que no conocemos le sumamos el componente de la incertidumbre y de exceso de informaciones, tenemos el cóctel perfecto para la ansiedad frente a la inteligencia artificial.
Actualmente estamos en un escenario en el que la IA parece que va a tener conciencia… ¿o más bien va a ser todo una simulación? Ansiedad se persona ante nosotros y quizás muchas personas piensen «primero me iba a quitar el trabajo, y ahora me va a quitar los sentimientos». Pero una cosa es la que parece, y otra cosa es la que es. Y si usamos la IA de una manera adecuada, esto nos puede ir muy bien para ser mejores. Y, no, no es ningún discurso tecno-optimista naïf.
Cuando se trata de la «consciencia», no nos hemos de olvidar que la IA es una máquina gigantesca de cables y procesadores. Sólo hace «remixes» aunque muy bien sofisticados, de todo el contenido que le damos. Si tenemos en cuenta la propia evolución y que de cada vez queremos reducir fricciones entre ser humano y máquina, que un algoritmo hable como nosotros es crucial para no sentirnos incómodos, ¿o no?
Pensemos al revés: si una IA se sesga con nuestros patrones de conducta, igual podremos determinar más rápidamente cuestiones de salud mental —con diagnóstico llevado a cabo por profesionales—. También podremos determinar y detectar a tiempo conductas tóxicas, que no son sanas, pues la IA más humanizada va a replicar lo que nosotros le damos.
Hace no mucho hablaba con mi estimada colega Anna Sibel, psicóloga clínica y forense, al respecto de la psicología de la IA, y las conclusiones eran claras: necesitamos poner más énfasis en la psicología a la hora de interactuar con la IA.
Así que aquí lanzo la siguiente idea: ¿por qué no usar la IA para crear espejos de nosotros mismos y detectar más rápidamente lo que está mal? Suena bien, pero no nos podemos olvidar de la protección de datos personales, así como también, del propio tratamiento que vamos a darle a la información que se genere. De este modo podríamos tener más datos —y más rápidamente— de nosotros mismos.
Aunque, eso sí, es sólo una idea. Y se tendrá que ir con mucho cuidado. Pero la idea ya está aquí.