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California ha aprobado dos leyes pioneras para frenar el uso sin control de las “réplicas digitales”, recreaciones generadas por inteligencia artificial que pueden imitar con inquietante realismo la voz y la imagen de actores. El gobernador Gavin Newsom firmó las normas AB 2602 y AB 1836, que protegen tanto a los artistas en activo como a sus herederos. El movimiento responde a un debate que atraviesa el corazón de Hollywood, la tensión entre la creatividad humana y la automatización, entre el arte que nace de la interpretación y la imagen que una máquina puede reconstruir.

Cómo funciona el doble digital

Estas leyes apuntan a la creación de avatares fotorrealistas capaces de sustituir a una persona real en pantalla. Con unas horas de grabación y un modelo generativo, una productora puede replicar la voz, los gestos y la expresión de un actor. Lo que antes era un efecto visual, ahora es una interpretación entera sin el cuerpo presente. El texto legal define “réplicas digitales” como cualquier representación generada por computadora que sea reconocible como una persona real, incluso si esa persona no participó o su imagen fue modificada. En la práctica, esto incluye desde escenas extendidas hasta nuevas películas protagonizadas por actores que ya no están.

Un marco para proteger la presencia humana

La ley AB 2602 prohíbe que los contratos obliguen a un actor a ceder su imagen para ser reemplazado digitalmente sin consentimiento informado y asistencia legal o sindical. Cualquier cláusula que lo permita quedará anulada. La AB 1836, por su parte, impide el uso comercial de la imagen o voz de una persona fallecida sin permiso de sus herederos. Ambas entrarán en vigor el 1 de enero de 2025.

La iniciativa cuenta con el respaldo del sindicato SAG-AFTRA, que ve en estas normas una garantía frente a la sustitución algorítmica del trabajo interpretativo. Tras la huelga de 2023, donde la IA fue uno de los puntos más tensos, el acuerdo se percibe como una extensión de aquella victoria.

Transparencia contractual y control del uso

Las nuevas leyes obligan a detallar en los contratos qué uso se hará de la imagen digital: en qué escenas, con qué fines y durante cuánto tiempo. El objetivo es que el consentimiento sea específico y revocable. También exige que el actor cuente con representación legal para evitar abusos o cláusulas opacas. En el caso de personas fallecidas, el control pasa a manos de los herederos, que podrán decidir si su imagen puede revivirse o no. Estas medidas pretenden evitar que los derechos de imagen se conviertan en licencias perpetuas, un riesgo creciente en una industria que empieza a tratar los rostros como activos digitales.

El roce entre creatividad y regulación

El avance legislativo no está exento de fricciones. Las empresas tecnológicas y algunos estudios advierten que imponer demasiadas restricciones podría limitar la innovación, sobre todo en proyectos de restauración o de efectos visuales. Otros recuerdan que la norma se centra solo en el ámbito cinematográfico, dejando fuera sectores como la publicidad o los videojuegos, donde los dobles digitales también se multiplican.

En paralelo, el gobernador Newsom vetó el SB 1047, una propuesta más amplia para regular los modelos de IA avanzados por sus posibles riesgos sociales. La decisión muestra una estrategia selectiva, intervenir primero donde la presión sindical y la dimensión económica lo exigen.

Un espejo que mirarán otros estados

California no está sola. Tennessee aprobó la ley ELVIS, que protege la voz y la imagen de los artistas, e Illinois también ha legislado contra el uso no autorizado de deepfakes. Europa, mientras tanto, avanza con su AI Act, que contempla restricciones similares dentro del marco de derechos de autor.

Pero el peso simbólico de Hollywood convierte estas leyes en un referente internacional. Allí donde se producen las imágenes que marcan la cultura global, también se trazan los límites de cómo se representará el cuerpo humano en la era digital.

Fundido final

La firma de Newsom marca un punto de inflexión, el reconocimiento de que la identidad digital necesita un marco legal propio. En un tiempo en que las fronteras entre lo real y lo generado se desdibujan, California se adelanta a un dilema que pronto será universal. Quién tiene derecho a ser reproducido, y hasta dónde puede prolongarse una vida frente a la cámara.

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