Barcelona ha convertido cuatro autobuses en centinelas del asfalto. Equipados con cámaras frontales y un sistema de inteligencia artificial, estos vehículos registran en tiempo real las infracciones que impiden el avance del transporte público. La iniciativa, impulsada por Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), no busca sancionar, al menos de momento, sino obtener una radiografía precisa de los puntos donde el carril bus pierde su exclusividad. La prueba, que ya ha identificado más de 2.500 ocupaciones indebidas en solo un mes, abre un nuevo capítulo en la gestión urbana.
Una IA que detecta sin multar
Los autobuses de las líneas H12 y D20 circulan con una cámara frontal que alimenta un software de análisis visual. El sistema detecta coches parados en doble fila, invasiones del carril bus y otros obstáculos habituales. Pero la clave está en lo que no hace: no graba matrículas, no reconoce rostros y no genera sanciones. La información se almacena de forma agregada, con el objetivo de mapear los puntos negros del recorrido y mejorar la velocidad comercial del servicio.
Diagnóstico sobre ruedas
La promesa de esta tecnología no es solo eficiencia. También se presenta como una herramienta de diagnóstico urbano. Al conocer dónde se producen más infracciones, el Ayuntamiento puede reforzar controles, rediseñar tramos conflictivos o incluso replantear la señalización. Es una manera de convertir el transporte público en un observador privilegiado del espacio compartido.
Datos sin rostro, vigilancia sin castigo
El uso de cámaras en el espacio público despierta, inevitablemente, ciertas alarmas. Aunque el sistema está diseñado para evitar la identificación de personas o vehículos, su mera existencia plantea preguntas. ¿Quién accede a los datos? ¿Qué usos podrían darse más adelante? El consistorio insiste en que la prueba cumple con la normativa de protección de datos y que cualquier evolución hacia un modelo sancionador requeriría garantías adicionales. Pero el precedente queda abierto.
Otras ciudades, mismas tensiones
Barcelona no es pionera absoluta. Ciudades como Nueva York ya han instalado sistemas similares en más de mil autobuses, con un resultado mixto. Muchas infracciones detectadas, pero también errores y multas anuladas. La comparación sirve para dimensionar el alcance de la herramienta, pero también sus riesgos si se extiende sin una regulación clara y mecanismos de revisión humana.
El autobús como testigo
Con esta prueba, los autobuses ya no solo transportan personas, también observan. Recogen datos, detectan patrones y generan conocimiento urbano. Pero en esa evolución aparece una línea delicada entre el control y el servicio. Automatizar la vigilancia puede hacer la ciudad más eficiente, pero también más opaca.
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