Skip to main content

La primera vez que escribí “me siento mal” en ChatGPT no esperaba una respuesta cálida. Pero la recibí. Y volví a hacerlo. ¿Estoy sola en esto?

En más de una ocasión, cuando me he sentido apurada o emocionalmente bloqueada, me ha pasado por la cabeza escribirle al chat. Al fin y al cabo, si me ayuda con deberes, trabajos o decisiones prácticas, ¿por qué no podría hacerlo también con temas más personales? Al principio sentí vergüenza. Me costaba asimilar la idea de pedir consejo vital a alguien —o algo— que nunca ha vivido, ni amado, ni llorado. ¿Cómo puede un robot comprenderme?

Pero lo hice. Y para mi sorpresa, encontré una especie de consuelo. Un espacio sin juicio. Sentí una especie de refugio emocional que no esperaba. ¿Cómo hemos llegado a este punto en el que necesitamos a una inteligencia artificial para poder hablar de lo que sentimos? ¿Desde cuándo se ha vuelto tan difícil comunicarnos entre nosotros?

Por supuesto, hay muchos problemas éticos. ChatGPT no siente, no tiene empatía real, y no puede reemplazar nunca a un tratamiento profesional. Aun así, abre una puerta a algo que muchas personas necesitan: un espacio íntimo, privado, y sin exposición, para quienes aún no se atreven a dar el paso de ir a terapia. A veces, hablar con una IA puede ser una forma de empezar a hablar, sin decirlo en voz alta.

La primera vez que lo hice sentí cierto tipo de vergüenza. Me pregunté si de verdad estaba tan desesperada como para acudir a un robot. Pero esa sensación cambió tras una conversación con una amiga. Me confesó que ella lo usaba a diario, como una especie de psicólogo. No era la única. En TikTok se ha normalizado totalmente. Cada vez más jóvenes comparten su experiencia hablando con el chat, confiando sus emociones, consultando dudas existenciales, o simplemente desahogándose. Al verlo así, parece incluso lógico: si hace los deberes perfectamente, ¿por qué no me podría ayudar con mis problemas emocionales?

En esta generación hiperconectada, sé lo que significa un dispositivo para un joven. Muchos se esconden tras la pantalla. Hay quienes sienten ansiedad solo con salir a la calle sin el móvil. Y ahora, para colmo, llevamos un “psicólogo digital” en el bolsillo, disponible 24/7. En una época donde lo queremos todo al instante, su ayuda es inmediata, práctica, sin necesidad de esperar semanas por una cita. Pero esa comodidad tiene un precio: la dependencia emocional y funcional hacia la tecnología y hacia la IA que no deja de crecer.

Pero también hay que ser claras: esto no es una solución. Un chatbot nunca podrá reemplazar el apoyo humano real. No es un psicólogo. No es una persona. No puede interpretar matices emocionales profundos, ni detectar una crisis real. Como explica este artículo de Paréntesis Media, por muy “listo” que sea, no tiene empatía, y utilizarlo como sustituto de la terapia profesional puede suponer un riesgo silencioso.

Tal vez el problema no es que hablemos con la IA. Tal vez el verdadero problema es que no tengamos suficientes personas con las que hablar. Y que pedir ayuda profesional, a veces, siga dando miedo.

Abre un paréntesis en tus rutinas. Suscríbete a nuestra newsletter y ponte al día en tecnología, IA y medios de comunicación. 

Dejar un comentario