Cómo comprender mejor el cambio climático gracias a la IA
(Y por qué podemos usar la tecnología para aplicar soluciones que funcionan)
El mes de junio está marcado en la agenda como un recordatorio de que el cambio climático y los ecosistemas no se pueden dejar de lado. Más allá del Día Mundial del Medio Ambiente —el pasado día 5—, también tenemos otras fechas que merece la pena recordar.
El Día Mundial de los océanos es el 8 de junio. El 17 es el Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. 22 de junio Día Internacional de los Bosques Tropicales. Y el más reciente, desde 2017, el 29 de junio es el Día Internacional de los Trópicos.
Aunque sabemos que la inteligencia artificial está en el ojo mediático por los recursos —energéticos e hídricos— que consume, cierto es que si tenemos una tecnología de este tipo en nuestras manos, aprovechémosla bien, por favor.
Hoy te vengo a hablar de las cosas que —tanto para bien como para mal— la IA nos ha ayudado a comprender mejor el funcionamiento de la situación, lo que se puede implementar, y las cosas que no queremos que nos pasen si no actuamos.
Pero antes… mi dato favorito
Soy más pesado que un kilo de escombros. Lo sé. Pero no me voy a cansar de repetirlo: no podemos caer en imaginarios en los que “no se está haciendo nada” y de que “todos vamos a extinguirnos por culpa del calentamiento global”. Cálmense.
Cuando en el año 2000 quién escribe estas líneas jugaba con Playmobils y medía medio metro de altura, se pronosticaba un calentamiento de cara al 2.100 de más de 4,5 grados. Sólo 24 años después —y cierto es que si tenemos una carretera a la que deberíamos ir a 120, vamos a 65 por hora— el calentamiento se pronostica, a finales de siglo, en torno a los 2,5 y 2,7 grados.
Y recordemos que ha sido en esta década en la que de verdad hemos tomado conciencia y los avances se implementan cada vez más rápido. Así que, espero y deseo que en unos años, todavía hayamos rebajado más esta cifra. Pero volvamos a la IA.
La IA y el cambio climático han de ir de la mano
Patrones atmosféricos, corrientes marítimas, subida del nivel del mar, predicciones de huracanes, impactos en la salud… ¡Hay un sinfín de cosas en las que los algoritmos meten la patita!
El otro día publicaba en Informativos Telecinco una pieza sobre cómo gracias a la IA tenemos una pista más sobre la resistencia a los antibióticos. Y esto es sólo una parte más de un asunto en un asunto crucial de salud.
Sin ir más lejos: Copernicus. El satélite Europeo que usa modelos de IA —entre muchas otras cosas— para estudiar los cambios en la Tierra y comprender mejor la evolución del cambio climático.
Modelos predictivos que se aplican a la producción de energía para poder usar menos combustible fósil, tirar más de renovable y, en todo su conjunto, reducir la demanda sin tener que renunciar a las comodidades. E incluso, estudios sobre cómo podemos hacer más eficiente la captación de meteoros a la hora de aprovechar su energía en fuentes renovables.
Y lo mejor de todo, en Catalunya también se hacen cosas. No sólo tenemos que ir a proyectos paneuropeos: a pequeña escala también os puedo disparar algunos ejemplos. Gemelos digitales de ecosistemas para ensayar casuísticas, como hacen en el Barcelona Supercomputing Center. Predecir demandas de compras para reducir el desperdicio alimentario o residuos textiles, como hacen en Datarmony. Estudiar cómo van a ser las lluvias de granizo del futuro, como hacen en Meteocat. O comprender mejor el panorama de las sequías que nos van a venir en los próximos años —que vendrán—, también por parte de Meteocat.
Prestemos atención, por favor
Entidades públicas y empresas privadas dan su granito de arena. Aportan. Investigan. Con más o menos impacto de largo alcance, pero impacto de verdad a la hora de demostrar que los algoritmos funcionan.
Sí. Sabemos que la IA contamina si se alimenta con combustible fósil. Pero también pienso que en el momento en el que hayamos transicionado a las fuentes renovables, la contaminación por gases de efecto invernadero ya no será problema.
Pero si en pleno 2025 ya tenemos noticias de que China está descendiendo emisiones —aunque sea poco, pero es uno de los mayores contaminantes—; si observamos de lo “macro” a lo “micro”, entonces, sigamos en esa línea de cambio.
¿Se ha de acelerar? Sí. Mucho más. Pero si somos buenos para usar la IA para hacer dibujos —que a mi me encantan, todo sea dicho—, creo que debemos usarla todavía más para hacer que los beneficios que nos aporten sean mucho mayores que los costes, porque no hay ninguna tecnología que sea gratis. Y si no lo pagas con tus datos, lo pagas con el planeta.