Skip to main content

En la guerra entre Rusia y Ucrania, un nuevo paradigma tecnológico parece afianzarse: los drones ya no actúan sólo bajo órdenes directas de operadores humanos, sino que comienzan a operar en enjambres inteligentes coordinados por inteligencia artificial. Los sistemas más recientes reducen la necesidad de supervisión humana directa y acercan una autonomía táctica que, hasta hace poco, se creía lejos de su efectiva implementación.

Un protagonista destacado es Nemyx, desarrollado por la empresa Auterion. Se trata de un motor de enjambre (“swarm strike engine”) que permite que varios drones de distintos fabricantes actúen como un solo sistema coordinado. Gracias a Nemyx, unidades individuales pueden formar agrupaciones que comparten información, distribuyen roles, y atacan múltiples objetivos de forma sincronizada. Además, Auterion ya ha suministrado miles de kits (“strike kits”) capaces de recibir esta actualización.

Por otro lado, del lado ruso, el sistema Orbita, producido por el consorcio CUST (una red de más de 200 startups), introduce capacidades que modifican la relación entre operador humano y máquina. Orbita permitiría controlar drones tácticos desde cientos de kilómetros de distancia, incluso desde centros alejados como Moscú, reduciendo así la exposición directa al peligro. También se afirma que Orbita incorpora algoritmos de redes neuronales para identificación, seguimiento, selección de objetivos y ataque, automatizando muchas de las funciones que antes correspondían al humano.

Esta transformación operacional plantea desafíos éticos y legales importantes. Aunque en el caso ucraniano, según lo reportado, los operadores siguen autorizando los objetivos y supervisando la letalidad del ataque, la frontera entre “automatización asistida” y “autonomía plena” se va difuminando. Además, los sistemas como Orbita también podrían reducir drásticamente el tiempo de entrenamiento necesario — se menciona una reducción de siete veces, de cuatro semanas a aproximadamente una hora. Si esto se cumple, supone una democratización del pilotaje de drones en combate.

En suma, estamos ante una nueva fase de la guerra con drones: no mera cantidad, ni simple dirección remota, sino sistemas que cooperan, que se adaptan tácticamente (modifican rutas, roles, tiempos), que enriquecen al operador humano con inteligencia automatizada, y que ponen en cuestión la idea tradicional de control directo. La pregunta que queda es cuánto control humano significativo queda y cómo las leyes de conflictos armados se adaptarán para estas nuevas realidades.

Abre un paréntesis en tus rutinas. Suscríbete a nuestra newsletter y ponte al día en tecnología, IA y medios de comunicación.

Dejar un comentario