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Cada vez más silenciosos, más autónomos y más comunes. Los sistemas no tripulados ya no son herramientas del futuro, son parte del paisaje tecnológico de hoy. Lo saben las fuerzas del orden, lo exploran los criminales y lo confirma Europol en su informe The Unmanned Future(s), un ejercicio de prospectiva sobre cómo drones, robots y vehículos autónomos transformarán la seguridad en Europa.

Cuando el dron entra en escena

La policía europea ya utiliza drones y robots en tareas concretas cómo vigilancia, rescate, mapeo de escenas del crimen o desactivación de explosivos. Estos sistemas amplían el alcance operativo sin exponer a los agentes. La tendencia apunta a una integración más amplia, con dispositivos que colaboran entre sí, operan en varios entornos y ofrecen información en tiempo real.

Pero esa evolución tiene un coste. La dependencia tecnológica de proveedores industriales y las limitaciones técnicas actuales (como baterías, conectividad o resistencia al entorno) marcan el ritmo de adopción. La policía debe adaptar no solo su formación, sino también su estructura operativa y táctica.

Una herramienta, dos caminos posibles

Lo que para unos es una ventaja táctica, para otros es una oportunidad criminal. Europol advierte que estos mismos sistemas están siendo empleados para cometer delitos a distancia, vigilar objetivos o vulnerar infraestructuras. Drones usados para contrabando, robots para hackear dispositivos o incluso servicios criminales ofrecidos como suscripción digital: crime-as-a-service, en versión automatizada.

Con más autonomía y mayor despliegue, los sistemas no tripulados podrían convertirse en actores activos del delito. El informe habla de un posible «momento ChatGPT» para la robótica, cuando la inteligencia artificial generativa, combinada con sensores y movimiento, dé lugar a robots que toman decisiones complejas en tiempo real.

Datos en movimiento, privacidad en juego

Estos sistemas no solo se mueven: observan, registran y comparten datos. Desde sensores de profundidad hasta cámaras térmicas, su capacidad para recolectar información crece a la par que su presencia en espacios públicos y privados. El reto no es solo técnico, sino legal y ético.

¿Cómo se regula un robot que actúa por su cuenta? ¿Quién es responsable si un dron policial vulnera la privacidad de una persona? Las lagunas legales son evidentes y la regulación actual, centrada en sistemas pilotados, no alcanza la autonomía total. Europol urge a actualizar marcos normativos y establecer estándares de transparencia.

Ni ciencia ficción ni distopía

El informe no plantea escenarios apocalípticos, pero sí exige preparación. Habla de «sociedades 3D» que requerirán una «policía 3D», capaz de actuar en tierra, aire, agua y espacio digital. También menciona la aparición de robots sociales en espacios domésticos, con funciones de asistencia, vigilancia o incluso compañía.

Ese avance tecnológico puede generar rechazo social, vandalismo contra máquinas o desconfianza institucional. Por eso, Europol destaca la importancia de generar confianza ciudadana y de formar a las fuerzas del orden en habilidades técnicas, legales y comunicativas.

El futuro ya está en pruebas

Entre sus recomendaciones, el informe propone entornos de prueba controlados, cooperación con la industria y la academia, y centros de competencia a nivel nacional y europeo. También llama a invertir en educación especializada y a definir una estrategia política clara sobre el papel de los sistemas no tripulados en la seguridad pública.

El futuro no se adivina, se ensaya. Y mientras los robots aprenden a moverse solos, la sociedad y sus instituciones tendrán que aprender a acompañarlos sin perder el control.

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