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Elon Musk lo dijo sin rodeos: “El trabajo será opcional”. Lo dijo en un foro económico junto a inversores saudíes, pero hablaba del mundo entero. Según su visión, en una o dos décadas, nadie necesitará un empleo para vivir. Será una elección, como apuntarse a yoga o aprender violín. Lo que hoy estructura nuestras vidas podría convertirse en un pasatiempo. Y todo por obra de la inteligencia artificial y los robots humanoides.

Robots que piensan, máquinas que se mueven

La predicción de Musk se apoya en una doble revolución. Por un lado, la inteligencia artificial avanza con modelos capaces de escribir, decidir o diagnosticar. Por otro, la robótica empieza a producir máquinas que no solo computan, sino que también actúan en el mundo físico. En sus palabras, la combinación de ambas tecnologías hará que “el dinero deje de tener relevancia”, porque las necesidades estarán cubiertas por sistemas automatizados. Desde fábricas sin operarios hasta asistentes domésticos sin sueldo, muchas tareas humanas dejarán de ser imprescindibles.

De la necesidad a la elección

Musk describe un escenario donde el trabajo no será una obligación para subsistir. Podremos trabajar, sí, pero solo si lo deseamos. “Será como jugar un videojuego”, explicó. Esta abundancia automática no solo eliminaría empleos, también —dice él— borraría la pobreza material. Las máquinas producirán lo necesario, y las personas decidirán si sumarse al proceso o no. El resultado, al menos en teoría, sería una sociedad donde el tiempo laboral se transforma en tiempo libre con sentido.

Algoritmos, sensores y datos por todas partes

Detrás de este futuro sin horarios hay una arquitectura invisible cómo son los modelos de lenguaje, redes neuronales, sensores, actuadores, sistemas de visión, aprendizaje profundo. Y también hay infraestructura con los centros de datos, energía abundante, redes de alta velocidad. Musk advierte que aún existirán límites físicos —materias primas, energía— pero el modelo económico ya no girará en torno a la escasez. En este escenario, el valor del trabajo humano ya no se mide en horas, sino en otra cosa todavía por definir.

Promesas con letra pequeña

Pero incluso el optimismo tecnológico tiene sombras. ¿Qué pasa si la tecnología avanza más rápido que la redistribución de sus beneficios? ¿Quién gestiona los ingresos de quienes no trabajan? ¿Habrá renta básica o solo empleos premium? Musk habla de “tsunami supersónico” para describir la velocidad del cambio. Un maremoto que podría arrasar empleos administrativos, creativos o logísticos antes de que haya alternativa clara. Y hay más, si trabajar ya no es necesario, ¿qué da sentido a nuestras vidas? ¿Qué papel juega la actividad cuando no es indispensable? Musk lo deja caer, pero no responde.

No está solo en esta idea

La visión de Musk no es única. Demis Hassabis, director de DeepMind, también habla de una “abundancia radical” impulsada por la IA. Según él, podríamos vivir sin volver a trabajar. Geoffrey Hinton, pionero del aprendizaje profundo, coincide en parte pero alerta del riesgo de la concentración del poder tecnológico en pocas manos. Las predicciones divergen, pero la pregunta es común: ¿cómo reorganizar una sociedad donde la producción ya no dependa de los humanos?

¿Y después qué?

La idea de un mundo donde nadie deba trabajar suena liberadora. Pero también abre un campo nuevo de incertidumbres. ¿Quién decide el acceso a esa abundancia? ¿Qué define el valor de una vida cuando no se mide en productividad? Musk habla del final del empleo como un hito. El resto está por escribir.

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