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Europa está en un punto de inflexión. Tiene talento, tiene visión y, cada vez más, tiene herramientas. Pero también carga con inercias lentas y un exceso de cautela que amenaza con dejarla fuera del juego global de la inteligencia artificial. En este contexto, dos voces relevantes, con quien pudimos hablar durante el Exponential Day organizado por ACCIÓ —Vanessa Cann, desde el ecosistema emprendedor, y Marta Pont, desde el frente institucional— trazan una radiografía de lo que está en juego. No hablan desde el estrado ni repiten titulares. Hablan desde dentro.

«Tenemos talento. Ahora toca escalar»

«Hay mucha gente muy brillante desarrollando soluciones a partir de la investigación, y creo que debemos construir productos desde esa base»

Explica Cann, convencida de que Europa tiene una baza única en el SaaS vertical. Se refiere a aplicaciones de inteligencia artificial altamente especializadas, diseñadas para sectores muy concretos, como la investigación biomédica, la gestión industrial o la logística avanzada. «Muchas empresas buscan soluciones que garanticen que sus datos permanezcan en Europa. Ahí es donde nuestras startups pueden marcar la diferencia».

Marta Pont no lo niega, pero señala una carencia estructural: «Lo que nos falta es músculo: talento e infraestructura». Europa ha regulado antes que nadie, pero le cuesta construir a la misma velocidad. «Se está intentando revertir eso con iniciativas como InvestEU, con 200.000 millones previstos, pero no se puede negar que Estados Unidos está por delante».

La regulación, espada de doble filo

La nueva Ley de IA genera recelos. «Es un reto, sobre todo para las startups, porque el texto es enorme y poco claro. Pero después de esta fase de cumplimiento, puede ser una fortaleza», defiende Cann. Subraya que el verdadero freno no es la ley, sino la percepción:

«Hay inversores en Silicon Valley que preguntan si se puede construir IA en Europa. ¡Claro que sí! Pero hay que cambiar ese relato».

Pont coincide: «Europa regula bien, como ya hizo con el GDPR (General Data Protection Regulation). Pero no basta con prevenir. Hay que invertir, adoptar una posición proactiva«. Porque sin industria, la regulación queda flotando en el vacío.

Empresas que prueban, pero aún no escalan

Las grandes corporaciones europeas ya han hecho los deberes del laboratorio. «Han pilotado cientos de casos de uso de IA. Ahora deben decidir en qué centrarse, cómo reutilizar datos y proveedores. Están construyendo su pila de IA para escalar», resume Cann. El reto ya no es probar, sino transformar prueba en impacto.

Pont pone cifras: sólo el 13,5 % de las empresas europeas usan IA de forma habitual. El objetivo es llegar al 75 % en 2030.

«Estamos lejos, pero hay programas de formación y financiación que deberían permitir cerrar esa brecha».

El riesgo, advierte, es que esta transformación quede limitada a unos pocos. Y el problema, otra vez, es la lentitud de los trámitos.

Cataluña como ejemplo de oportunidad

«Catalunya está muy bien posicionada. Opta a liderar una de las cinco giga factorías de IA en Europa«, afirma Pont. También menciona el Barcelona Supercomputing Center y el sincrotrón ALBA como activos estratégicos. Pero lanza una advertencia: «Falta conexión política, y sobre todo, formación. No todo el mundo tiene que ser ingeniero, pero todo el mundo debería poder usar la IA en su trabajo».

«Lo que no podemos permitirnos es ir lentos»

Pont añade una capa más a la crítica. «Muchas empresas acaban contratando consultoras sólo para preparar una propuesta europea, sin ninguna certeza de que les vayan a financiar. Y eso, sólo para tener una opción de que te respondan dentro de nueve o diez meses». Resume el dilema con claridad: tiempo y dinero invertidos antes incluso de saber si hay proyecto.

Europa tiene dinero. Tiene centros. Tiene incluso una narrativa ética convincente. Lo que no tiene —todavía— es velocidad. «Preparar una propuesta europea puede llevar meses, y la respuesta llega hasta 10 meses después. Eso es inaceptable en ciclos de innovación que hoy duran semanas», denuncia Pont. Y recuerda que las pymes, que constituyen el grueso del tejido europeo, no pueden permitirse ese lujo.

Un argumento tranquilo, una urgencia latente

«Europa es el mejor lugar para vivir»

Es el unico argumento que se le acude a Cann cuando le preguntamos cómo competir con Silicon Valley. Habla de calidad de vida, pero también de talento que podría quedarse, porque de talento no falta, lo que falta es dónde construir. La frase es sencilla, no hay grandes soluciones, pero deja claro que si la IA no se queda en Europa, no será por falta de razones, sino por falta de decisión.

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