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Con una alianza sin precedentes entre Gobierno, tecnológicas y energéticas, Estados Unidos lanza un plan para invertir 90.000 millones de dólares y cimentar su liderazgo en inteligencia artificial. En paralelo, Meta revela proyectos descomunales bautizados como Hyperion y Prometheus y una obsesión por el talento más codiciado del planeta. La infraestructura de la IA ya no es invisible: se está construyendo a plena luz, y redefine el equilibrio global.

Una alianza en el campus que apunta al futuro

El anuncio se hizo desde el campus de Carnegie Mellon, en Pittsburgh. Donald Trump reapareció junto a líderes de Microsoft, Google, Meta y ExxonMobil para presentar un programa de inversión de escala histórica: 90.000 millones de dólares para desarrollar centros de datos, producir energía limpia y formar especialistas en inteligencia artificial. El plan incluye acceso a terrenos federales, aceleración de licencias ambientales y créditos fiscales para atraer inversión privada.

Meta: IA al ritmo de gigavatios

Un día antes, Mark Zuckerberg detallaba el otro frente de esta ofensiva. Meta está construyendo un centro de datos de 5 gigavatios, llamado Hyperion, con una potencia comparable a la de una ciudad mediana. A esto se suma Prometheus, que entrará en funcionamiento en 2026. Ambos proyectos suman cientos de miles de millones de dólares y representan la apuesta más ambiciosa de Meta por lo que llama “superinteligencia”.

La energía como nueva capa de código

Ya no basta con modelos potentes o algoritmos afinados. Lo que necesita la IA generativa es electricidad. Mucha. Según Meta, estos centros consumirán más que cualquier instalación tecnológica construida hasta ahora. Para ello, se buscarán fuentes solares, nucleares y de gas natural. ExxonMobil participa como socio estratégico. En este nuevo mapa, el kilovatio se convierte en moneda crítica para el desarrollo de software.

Competencia global y fichajes de película

Estados Unidos quiere asegurarse el control de toda la cadena: desde el chip hasta el talento. Meta ha ofrecido paquetes de hasta 100 millones de dólares para atraer ingenieros de OpenAI, Google DeepMind o Scale AI. Ya ha comprado una participación mayoritaria en esta última, clave en el entrenamiento de modelos avanzados. La urgencia es tal que algunas infraestructuras provisionales se montan en estructuras temporales para no frenar el calendario.

Una respuesta al avance chino

Este despliegue se interpreta como una reacción directa al ritmo chino en computación avanzada. Estados Unidos no quiere depender de terceros para entrenar modelos ni almacenar datos. Europa, en cambio, va varios pasos por detrás. Sus iniciativas como GAIA-X o las alianzas en chips aún no alcanzan la escala ni la velocidad de ejecución que exige esta carrera.

Cuando el código empieza por una pala

La inteligencia artificial ya no vive en la nube. Se instala en el suelo, pide permisos, exige energía y reconfigura mapas. La estrategia conjunta entre gobierno y sector privado de EE. UU. convierte la infraestructura en cuestión de Estado. Una nueva arquitectura del poder, donde el código empieza por una pala y termina en un servidor.

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