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La prótesis de la inteligencia

Descifremos el jeroglífico: es imposible que la inteligencia artificial (IA) supere a la inteligencia humana (IH). Igual que una muleta no mejora el acto natural de caminar ni una calculadora se calcula a sí misma, la IA es, en esencia, una prótesis de la IH. Ambas inteligencias se complementan: la IH llegó primero y la IA no es más que una evolución —una etapa avanzada— de esa inteligencia originaria.

He defendido en otras ocasiones que la IA no existe como entidad independiente; en realidad nos referimos a inteligencia humana aumentada. Los barcos nos permiten “caminar” sobre el agua, los aviones volar y las grúas levantar toneladas. La IA cumple la misma función: amplificar nuestras capacidades.

Evolución, no reemplazo

No parece lógico pensar que un batido de algoritmos vaya a superar el cableado del cerebro humano, probado durante milenios. Aunque abundan los discursos pesimistas —sin ignorar periodos oscuros—, la humanidad no ha dejado de progresar: hoy vivimos más y mejor que nunca. Otra cosa distinta es la distribución de ese progreso o la necesidad de idear nuevas y mejores “prótesis” para seguir avanzando.

La paradoja Altman–Ive

El debate inmediato girará en torno a los puestos de trabajo que la IA “eliminará”. Se da por sentado que un ejército de robots humanoides nos arrebatará nuestros empleos, cuando lo sensato es anticiparse y reorientar el talento.

Aquí aparece una paradoja interesante que destaca el «youtuber delicatessen» Gustavo Entrala en su último vídeo. Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, ha anunciado la compra de LoveFrom —la firma de diseño de Jony Ive, mano derecha de Steve Jobs— por 6.500 millones de dólares. Altman, el mismo que proclama que la era de la AGI (cuando la IA se equipare a la IH) está a la vuelta de la esquina, decide invertir una fortuna… en un diseñador de carne y hueso.

Lo resume Entrala:
“OpenAI, con los mejores modelos y los investigadores más brillantes, nos asegura que las personas serán sustituibles. Sin embargo, destina 6.500 millones de dólares, fundamentalmente, a contratar a una persona.” Su conclusión es clara: las personas no vamos a ser reemplazables, al menos no en ciertos niveles ni en determinados trabajos.

Menos lobos y más estudio

Dejemos, pues, los cuentos distópicos y centrémonos en estudiar cómo estas nuevas herramientas pueden mejorar nuestras empresas, nuestros gobiernos y, en definitiva, nuestras vidas.

Antoni Esteve

Periodista y empresario. Editor de Paréntesis MEDia.

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