Entre abril y mayo de 2025, varias publicaciones de prestigio como Wired y Business Insider publicaron artículos firmados por una periodista freelance llamada «Margaux Blanchard». Solo que la persona nunca existió. Las historias fueron generadas por inteligencia artificial. Una estafa meticulosamente diseñada que dejó en evidencia grietas en los protocolos de verificación editorial.
El pueblo minero que solo existió en un prompt
La primera señal de alarma saltó en la redacción de Dispatch. Jacob Furedi recibió un correo con un tono exacto, informativo, evocador, con toques de crónica local. La propuesta contaba la historia de Gravemont, un pueblo minero de Colorado donde el tiempo parecía haberse detenido. Solo había un problema: Gravemont no existe. Furedi buscó mapas, registros, testimonios. Nada. Al cuestionar a la autora, el silencio fue inmediato.
Bodas, bloques y una historia que encajaba demasiado bien
En mayo, Wired publicó una pieza sobre parejas que se casan dentro de videojuegos como Minecraft. La historia tenía todo lo necesario para viralizarse: una subcultura online, capturas visuales potentes y reflexiones suaves sobre comunidad y afecto digital. Citaba a Jessica Hu, celebrante virtual en Chicago, especializada en ceremonias por Twitch y VRChat. Pero Hu no aparece en ningún registro. Ni empresa, ni redes, ni testimonios. Un personaje convincente, pero inventado.
Ensayos que también eran otra cosa
Business Insider cayó dos veces. Publicó sendos ensayos personales firmados por Blanchard. Uno sobre el teletrabajo como refugio emocional; otro, sobre la maternidad en la madurez. Ambos con tono confesional, nombres propios y una voz reconocible. Demasiado reconocible. Ninguno de los supuestos protagonistas existía. Las piezas fueron eliminadas discretamente en abril.
Los medios que alertaban… y también cayeron
Index on Censorship, que desde hace años denuncia los peligros de la desinformación generada por IA, también publicó textos de Blanchard. «Hemos sido víctimas de aquello contra lo que advertimos», reconocieron. En Wired, el comunicado fue más directo: el texto se coló sin pasar por el filtro de editores senior ni verificación de fuentes.
Cuando las herramientas fallan y los filtros también
Los editores confiaron en detectores automáticos que clasificaron el texto como «humano». Pero el engaño no solo estaba en las frases. También en los perfiles falsos, los correos creíbles, la insistencia en cobrar por PayPal o cheque. Pequeños detalles que esquivaban los protocolos internos.
Una historia que no termina en Blanchard
El caso obliga a los medios a revisar no solo qué se publica, sino a quién se le da espacio. No basta con detectar textos extraños o revisar citas. Hace falta desconfiar incluso de lo que suena verosímil. Porque Blanchard no era solo una firma inventada. Era una simulación con piel de periodista, una fachada que mostró cuán sencillo es parecer legítimo cuando el texto suena justo como debe sonar.
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