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Una derrota inesperada para los autores

Cuando Sarah Silverman y otros doce escritores decidieron llevar a Meta ante los tribunales, muchos en la industria creativa lo interpretaron como un punto de inflexión. Acusaban a la compañía de haber utilizado sus obras protegidas por derechos de autor —presuntamente extraídas de bases de datos piratas como LibGen— para entrenar su modelo de inteligencia artificial, LLaMA. Sin embargo, la justicia estadounidense no les dio la razón.

El juez Vince Chhabria, del Tribunal del Distrito Norte de California, falló a favor de Meta al considerar que los demandantes no lograron demostrar que la IA replicara pasajes sustanciales ni que eso hubiera afectado el valor de sus obras. El argumento decisivo fue el fair use, una figura legal que permite ciertos usos sin permiso del autor, siempre que cumplan con criterios como la transformación del contenido y el impacto limitado en el mercado original.

El “uso justo” como argumento —y límite

Para el juez, el centro del caso no estaba tanto en las prácticas de Meta como en los errores de estrategia legal de los demandantes. “No es un respaldo absoluto a las prácticas de Meta”, aclaró, “sino un fallo contra una acusación mal planteada”.

También descartó el argumento sobre una posible saturación del mercado literario con contenido generado por IA. La ausencia de pruebas sólidas —tanto sobre daño económico como sobre reproducción textual directa— terminó siendo clave en la decisión.

El precedente de Anthropic y la línea roja del pirateo

Este fallo llega pocos días después de otra sentencia en la misma línea. En un caso contra la startup Anthropic, el juez William Alsup dictaminó que entrenar una IA con libros adquiridos legalmente puede estar amparado por el fair use. No obstante, ese proceso aún no concluye: en diciembre se evaluará si el uso de libros pirateados también puede defenderse bajo esa doctrina, un punto crítico que podría inclinar la balanza legal hacia un mayor control.

La lección que emerge es clara: el fair use no es una licencia universal. El origen de los datos, su uso específico y su efecto económico determinarán los límites aceptables.

Una disputa que llega al Congreso

El debate legal ya tiene eco político. En Estados Unidos se discute el Generative AI Copyright Disclosure Act, que obligaría a las empresas de IA a revelar las obras protegidas utilizadas en sus modelos. Mientras tanto, en la Unión Europea el nuevo AI Act contempla excepciones para minería de datos, pero deja espacio para que los autores revoquen ese uso. En países como Reino Unido o Australia, las reformas están en marcha.

Entre innovación y derechos

La victoria judicial de Meta podría parecer un espaldarazo a las grandes tecnológicas. Pero también deja en claro que los márgenes del fair use se están estrechando. El uso de obras sin licencia —especialmente si provienen de fuentes ilegales— no será tolerado indefinidamente, y los próximos litigios podrían cambiar las reglas del juego.

El equilibrio entre el avance de la inteligencia artificial y la protección de los derechos de autor sigue siendo frágil. Lo que hoy es legal bajo el fair use, mañana podría reconfigurarse bajo nuevas normativas. La partida apenas comienza.

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