Meta se queda fuera, OpenAI se suma, y la UE ensaya un modelo donde la innovación no viaja sola
Microsoft y Google han firmado el Código de Prácticas para modelos de inteligencia artificial generalista propuesto por la Unión Europea. No es obligatorio, pero tampoco inocuo. Es el primer gran gesto público sobre cómo quieren —y pueden— convivir las plataformas con las nuevas reglas del juego digital europeo. Meta, por su parte, ha elegido quedarse fuera. El tablero está trazado, y las posiciones, marcadas.
Un código voluntario que anticipa el reglamento
El texto, publicado el 10 de julio de 2025, funciona como una guía. Está pensado para facilitar el cumplimiento del AI Act, la normativa estrella de la UE en materia de IA. El reglamento entra en vigor el 2 de agosto, pero sus obligaciones para los modelos generalistas ya empiezan a notarse.
El código se organiza en tres bloques: transparencia, respeto al derecho de autor y gestión de riesgos sistémicos. Lo redactaron 13 expertos independientes y, aunque no tiene carácter vinculante, quienes lo firman se comprometen a cumplir una serie de condiciones técnicas y jurídicas que van más allá del mínimo legal.
Qué implica firmar (y por qué no todos lo hacen)
Las empresas adheridas deben documentar sus modelos, detallar cómo entrenan sus sistemas, respetar las normas de uso de datos protegidos y habilitar canales de reclamación. También se les pide evaluar riesgos y aplicar medidas de mitigación si su IA tiene impacto masivo. Todo ello bajo la supervisión del nuevo AI Office europeo. Firmar implica anticipar. Evitar litigios futuros. Obtener un trato más claro en los procesos de validación. No firmar no es ilegal, pero deja a las empresas en una zona menos protegida, más expuesta a interpretaciones.
Microsoft y Google se alinean, con matices
Aunque la primera en anunciar su adhesión fue OpenAI, el 11 de julio, Microsoft confirmó públicamente su intención de firmar el 18 de julio. Brad Smith, su presidente, lo definió como un paso natural para una IA que quiere ser “confiable y útil” en Europa. Y el 31 de julio, finalmente firmaron.
Google anunció el 30 de julio su intención de firmar. Kent Walker, jefe de políticas globales, respaldó el marco, aunque advirtió que algunas exigencias, como la transparencia sobre datos de entrenamiento o los límites sobre contenidos protegidos, podrían ralentizar la innovación o poner en riesgo secretos industriales. Aun así, firmaron. Por estrategia. Por acceso. Por anticipación.
Meta dice no: “Europa va por el camino equivocado”
Meta optó por lo contrario. Joel Kaplan, su vicepresidente de asuntos públicos, rechazó el código. Lo calificó de ambiguo, de exceder lo previsto por el AI Act. “No ofrece seguridad jurídica”, dijo. En su posición no está sola. Más de 45 empresas europeas han pedido aplazar la entrada en vigor del reglamento, con argumentos similares como que pone en riesgo la competitividad, que desincentiva la inversión, que va más rápido que la propia tecnología.
OpenAI, Anthropic y Mistral: sí, con condiciones
OpenAI anunció su intención de firmar el 11 de julio. Lo hizo en un comunicado que sonaba casi institucional: apoyar el marco europeo “refleja nuestro compromiso con una IA accesible y segura para todos”. Anthropic y Mistral también se sumaron. El gesto es el mismo, alinearse con la narrativa europea. Mostrar disposición a colaborar. Y, de paso, ganarse un sitio en el nuevo ecosistema que está naciendo entre Bruselas y Estrasburgo.
Un modelo con acento europeo
Lo que Europa propone no es sólo una norma. Es un modelo. Un estilo. Un equilibrio inestable entre innovación y garantías. Quien firma el código apuesta por una IA más controlada, más explicable, más auditable. Quien no, prefiere mantener el margen. La tensión no está en la tecnología, sino en el ritmo. En qué se regula primero, los usos o las consecuencias. Pero esta vez, no se trata de quién va más rápido, sino de quién va acompañado.
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