
Siembra autónoma de precisión. Imagen de la empresa Naïo technologies.
Frente a este desafío, está emergiendo una solución que redefine radicalmente la gestión agrícola: la microgestión a nivel de planta individual. Esta revolución no viene de la mano de tractores más grandes, sino de una tecnología mucho más sutil y precisa. El primer elemento clave es la robótica autónoma terrestre: flotas de vehículos diseñados para navegar por los cultivos con un impacto mínimo en el suelo. Equipados con cámaras de alta resolución y algoritmos de aprendizaje profundo, estos robots actúan como botánicos digitales, capaces de identificar y distinguir cada planta individualmente para actuar sobre ella en centésimas de segundo, y capaces también de llevar a cabo tareas de desherbar con precisión, la preparación del suelo, la siembra o incluso el transporte de cargas.
La sinergia entre la robótica precisa y la percepción inteligente es lo que posibilita este salto conceptual. En lugar, por ejemplo, de fumigar campos enteros, esta alianza tecnológica permite un cambio de paradigma: la acción mecánica de precisión. Como veremos en el caso de los robots Dino y Oz de Naïo Technologies, esta combinación ya está permitiendo eliminar las malas hierbas de forma física, directamente donde crecen, con una exactitud muy elevada y además ayudar en otras tareas. Este enfoque no solo promete una drástica reducción en el uso de productos químicos, sino que inaugura un futuro agrícola más eficiente y rentable.
Robótica terrestre: los ayudantes autónomos del campo
La primera pieza de esta revolución agrícola es una nueva clase de maquinaria: la robótica terrestre autónoma. A diferencia de la maquinaria pesada tradicional, estos sistemas se materializan en vehículos compactos y ligeros, impulsados por motores eléctricos. Su diseño liviano ofrece una ventaja fundamental, ya que reduce significativamente la compactación del suelo, un problema crónico que afecta la salud de la tierra.
El verdadero avance de estas plataformas reside en su autonomía. Están diseñadas para trabajar incansablemente sin necesidad de un operador humano directo; el operador solo supervisa. Esto es posible gracias a sistemas de navegación de alta precisión como el GPS RTK (Real-Time Kinematic), que les permite conocer su posición con un margen de error de apenas unos centímetros. Esta exactitud les faculta para seguir las hileras de los cultivos y optimizar sus rutas para cubrir el terreno de forma eficiente. Su autonomía energética, basada en baterías, les permite completar un día de trabajo completo.

Robot autónomo realizando tareas de deshierbe o escarda. Imagen de la empresa Naïo Techonologies.
Estos robots son plataformas de movilidad y acción. Su función es transportar herramientas —cámaras, sensores y aperos mecánicos— a través del campo con una precisión exquisita. Sin una capa de inteligencia que los guíe, son “ciegos” a la realidad biológica del campo; les falta la capacidad de distinguir un cultivo valioso de una mala hierba.
IA: el cerebro digital que guía la acción
Si los robots son los “músculos” de esta nueva agricultura, la inteligencia artificial (IA) es su “cerebro” y sus “ojos”. Es la tecnología que dota de propósito y selectividad a la plataforma física. El núcleo de esta inteligencia reside en la visión por computador, potenciada por algoritmos de aprendizaje profundo.
Estos algoritmos son entrenados con bibliotecas de imágenes de cultivos y malezas. A través de este proceso, la IA aprende a identificar patrones complejos —la forma de una hoja, la textura de un tallo— que le permiten clasificar las plantas con alta precisión.
En la práctica, mientras el robot avanza, sus cámaras capturan un flujo constante de imágenes. La IA procesa esta información en tiempo real, identificando cada planta en centésimas de segundo. Una vez que identifica una mala hierba, la IA traduce su análisis en una orden: las coordenadas exactas donde las herramientas mecánicas deben actuar para eliminarla sin dañar el cultivo.
Caso práctico: Dino y Oz, soluciones para cada escala
La eficacia de esta sinergia tecnológica se demuestra en la familia de los robots europeos de Naïo Technologies. El desafío que abordan es el de agricultores que necesitan reducir costes y el impacto ambiental sin sacrificar la salud de sus cosechas.
Por un lado, Dino está diseñado para el deshierbe en explotaciones de hortalizas a gran escala. Su tamaño, similar al de un pequeño carrito de golf, le permite enjaretar hileras y cubrir hasta 10 hectáreas en una sola jornada, eliminando de forma autónoma y mecánica las malas hierbas. Su función es muy específica y optimizada para la máxima eficiencia en grandes superficies.

Robot Dino, diseñado para el deshierbe en explotaciones de hortalizas, de deshierbe o escarda. Imagen de la empresa Naïo Techonologies.
Por otro lado, el minirrobot Oz se presenta como el asistente ideal para explotaciones más pequeñas y diversificadas, como la horticultura o los viveros. Su diseño compacto y su versatilidad le permiten no solo desherbar con precisión, sino también realizar otras tareas como la preparación del suelo, la siembra o incluso el transporte de cargas, liberando al agricultor de múltiples labores repetitivas.
Los resultados obtenidos con esta tecnología son contundentes:
- Una eliminación del uso de herbicidas para el control de malezas, lo que puede traducirse en ahorros de entre 50 y 100 euros por hectárea al año.
- Una drástica disminución en el tiempo de trabajo manual dedicado a tareas de campo, abordando directamente la escasez de mano de obra.
- Un aumento proyectado en la productividad de los cultivos de hasta un 20-30%, gracias a un control de malezas más efectivo y a la mejora de la salud del suelo.
Implicaciones amplias y contexto europeo
La robótica de precisión es solo la punta del iceberg del potencial de esta sinergia tecnológica. Además, estos sistemas son potentes herramientas de recopilación de datos que generan mapas detallados sobre la densidad de malezas o la salud de los cultivos, proporcionando una visión sin precedentes para una gestión más inteligente.
En el contexto europeo, con iniciativas como el Pacto Verde, que buscan reducir drásticamente el uso de pesticidas, estas tecnologías no son una opción, sino una herramienta clave para cumplir con las nuevas regulaciones de manera rentable.
Hacia una agricultura consciente y eficiente
Podemos ver cómo la sinergia entre la robótica autónoma y la IA está inaugurando una nueva era en la agricultura. La existencia de soluciones como Dino para grandes extensiones y Oz para fincas más pequeñas demuestra que esta tecnología se está adaptando para pasar de un modelo de gestión masivo a uno de microgestión.
El impacto es multifacético: para el agricultor, supone una reducción de costes y una menor dependencia de la mano de obra; para el medio ambiente, una disminución en el uso de químicos; y para la sociedad, contribuye a la seguridad alimentaria.
La imagen del futuro del campo ya no es la de un gran tractor, sino la de un enjambre de robots inteligentes, grandes y pequeños, trabajando en colaboración con el ser humano.

Doctor Ingeniero en Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Catalunya y MBA en ESADE
Pere Vila Fumás
Actualmente, es mentor en la adopción de tecnologías de IA en la industria.
 
				 
	