La estratega albanesa busca un nuevo reino con Thinking Machines Lab tras forjar la era de ChatGPT en las tierras de la IA.
En el gélido y traicionero Norte del Juego de Tronos de la inteligencia artificial, donde las alianzas se forjan y rompen como espadas en el campo de batalla, Mira Murati emerge como una figura enigmática, una Daenerys Targaryen que, tras liderar con fuego y sangre las conquistas de OpenAI, decide emprender su propio camino con Thinking Machines Lab. Nacida el 16 de diciembre de 1988 en Vlorë, Albania, Murati escapó de un pasado comunista gracias a una beca del United World Colleges, que la llevó a estudiar en Canadá y luego a obtener un doble título en Artes y Ingeniería en Colby College y Dartmouth College, Estados Unidos, entre 2005 y 2012. Su carrera comenzó con un internship en Zodiac Aerospace y un rol como product manager en Tesla, donde trabajó en el Model X, antes de unirse a Leap Motion en 2016, una startup de realidad aumentada que marcó su transición hacia la vanguardia tecnológica.
En 2018, Murati llegó a OpenAI como VP de IA Aplicada y Asociaciones, un movimiento que la colocó al lado de titanes como Sam Altman, Greg Brockman e Ilya Sutskever, los fundadores que soñaron con un reino sin fines de lucro dedicado a la AGI (inteligencia artificial general). Como CTO desde mayo de 2022, lideró el desarrollo de ChatGPT, DALL-E, Codex y Sora, herramientas que convirtieron a OpenAI en un faro de la IA global, bajo la sombra protectora de Satya Nadella y Microsoft, cuyo respaldo financiero de más de 13.000 millones de dólares fortaleció su corte. Sin embargo, las tensiones internas, reminiscentes de las luchas entre los Stark y los Lannister, comenzaron a surgir. En noviembre de 2023, tras el breve despido y reinstalación de Altman —un drama donde Murati actuó como interina CEO durante tres días—, las grietas se hicieron evidentes. Su salida en septiembre de 2024, junto con la de otros como Bob McGrew y Barret Zoph, reflejó un descontento con la dirección de Altman, quien priorizaba el brillo de los productos sobre la seguridad, un conflicto que también llevó a Sutskever a fundar Safe Superintelligence Inc. y a Jan Leike a unirse a Anthropic.
La estratega albanesa busca un nuevo reino con Thinking Machines Lab tras forjar la era de ChatGPT en las tierras de la IA. Destacados: Legado en OpenAI: Murati fue clave en el desarrollo de ChatGPT y DALL-E, elevando a OpenAI a la cima de la IA global antes de partir por diferencias con Altman.
La relación de Murati con Altman fue compleja: como su puente y ejecutora, ella tradujo sus visiones en realidades técnicas, pero su preocupación por el ritmo acelerado y la falta de alineación en seguridad —documentada en reportes internos— la alejó de su liderazgo. Con Brockman, su aliado en la gestión diaria, compartió esfuerzos por estabilizar OpenAI tras el caos de 2023, aunque su reciente licencia deja su lealtad en duda. Sutskever, su mentor en la investigación, fue un aliado hasta que sus visiones divergieron, llevándolos por caminos separados. A nivel global, su influencia se extiende a competidores como Meta y Mistral, de donde reclutó talento para su nuevo proyecto, y al gobierno de Albania, que apoya su startup. Incluso Nadella la elogió en 2023 como una líder visionaria, un respaldo que resuena como un pacto entre casas nobles.
Con Thinking Machines Lab, busca liderar una IA más accesible, respaldada por un equipo élite y una valuación de 10.000 millones de dólares.
¿Por qué dejó OpenAI? Las tensiones culminaron en su percepción de una cultura que sacrificaba la seguridad por el lucro, exacerbada por lanzamientos apresurados como el modelo o1 en 2024. En su salida, Murati expresó en X su deseo de “explorar por su cuenta”, un adiós que coincidió con una ronda de financiación de 2.000 millones de dólares para Thinking Machines Lab, valorada en 10.000 millones de dólares, donde lidera con una mayoría decisiva en la junta. Su nueva misión es democratizar la IA, haciéndola comprensible, personalizable y capaz, un sueño que la posiciona como una reina en busca de su propio reino, lejos de las sombras de Altman. En este Juego de Tronos tecnológico, donde el fuego de los algoritmos amenaza con consumir a los incautos, Murati alza su estandarte, desafiando a gigantes como Apple y Google con una visión que podría redefinir el futuro de la IA.