Que conste en acta que no pienso —ni por asomo— que la IA sea un “bluf” o que nos vaya a destruir a todos ayer. Pero, del mismo modo que creo que es muy útil y beneficiosa en muchos casos, hay otros escenarios en los que, más bien, diría que nos hemos pasado de frenada. Sí: nos hemos motivado y mistificado en exceso algunos aspectos de esta tecnología, y eso ha creado —a mi juicio— dos escenarios que no son, para nada, producentes para un avance real y unas implementaciones que sean realistas: colapsismo y tecno-optimismo naïf.
Sin embargo, mis decepciones se centran en algunos temas que van más allá de la propia tecnología e inciden en el discurso que se ha generado en aspectos muy concretos.
La IA tiene consciencia
Es un debate que está mucho encima de la mesa. Muchos son los titulares que se empezaron a suceder desde 2022, en el que muchos gurús y “pensadores” decían que esto era un ente superior al ser humano. No hablo de singularidad tecnológica —otro melón que abriré más adelante—, sino del hecho de querer dotar de este elemento a una tecnología que no es otra cosa que cables y circuitos conectados a unidades de procesamiento muy potentes.
Tuve el placer de hacer una entrevista a la doctora en matemática y profesora de la Universidad de Sevilla Clara Grima, y que me dijo una frase que me abrió una perspectiva nueva:
“Todavía no conocemos cómo funciona el cerebro. Si no sabemos cómo funcionamos nosotros, ¿cómo vamos a poder comparar la perfección de algo que sabemos cómo funciona, con algo que todavía se escapa de nuestras manos?”
Sinceramente, optar por la vía de que “la IA tiene consciencia”, creo que es perder el tiempo y el foco de implementaciones que pueden cambiar las cosas para mejor. Y sólo invertimos oxígeno para elucubrar una serie de especulaciones catastróficamente catastróficas.
La IA nos va a destruir
Yo no sé vosotros. Pero a mí me da mucho más miedo una bomba nuclear que un algoritmo de inteligencia artificial. Y sin embargo, lo tenemos mucho más normalizado e interiorizado. Si hay una de las dos que nos puede destruir al instante, a mi juicio, diría que es la bomba.
Quizás pienses que esto que acabo de hacer, esta comparativa, es una reducción al absurdo. Pues igual me parece cuando, de golpe y porrazo, se dice directamente que “la IA va a suponer la extinción del ser humano”. No sé Rick… Dejamos fuera de la ecuación todo lo bueno que nos puede aportar y dejamos de lado las malas implementaciones cotidianas que los algoritmos pueden tener. Y mientras, los malotes siguen haciendo de las suyas suplantando identidades allá por donde van.
La IA es el remedio más mágico e increíble de la historia de la humanidad
Del mismo modo que la retórica colapsista está a la orden del día, también pienso que ser extremadamente positivistas no nos va a solucionar nada. Aquí podría hacer el chiste de: “¿puede la IA hacerme unas croquetas? ¡No! Fin de la discusión”. Pero poniéndonos serios, creo que es injusto crear un discurso en el que todo lo bueno que pase a partir de ahora es obra y gracia de la IA.
Muchos son los gurús —de grandes tecnológicas— que afirman que la IA es el gran remedio para la humanidad. Al fin y al cabo han de barrer para casa, digo yo. Pero igual tanto color de rosa, arcoíris y piruletas está creando un rechazo a esta tecnología que, para mucha gente, sigue siendo desconocida.
Tenemos que explicar la IA
Una de las cosas que, más que decepcionarme, me inquieta, es el fenómeno de no saber qué está escondiendo una IA cuando le pedimos cosas. ¿Sabéis esa frase de: “qué le pasa por la cabeza”? No sé si es por ocultar métodos de trabajo para que no te pille la competencia, por cuestiones éticas o por qué, pero: del mismo modo que sabemos que podemos llevar a cabo implementaciones que nos permiten secuenciar el ADN humano,
¿por qué no podemos tener en marcha un programa que nos permita saber qué le pasa a la IA cuando procesa outputs?
De vez en cuando hay que hacer autocrítica
Si soy partidario de una tecnología, la autocrítica es uno de los mejores recursos que podemos utilizar para mejorar cómo la usamos. Si siempre le bailamos el agua a todo, no vamos a tener soberanía sobre lo que tenemos entre manos: estaremos dormidos ante un control que van a ejercer otros.
La IA es una tecnología como Internet. Cuando llegó todos vimos oportunidades, y ni ha sido hasta años más tarde que nos hemos dado cuenta de que tenemos que ir con prudencia y hacer las cosas bien. Aprovechemos para hacer lo mismo con la IA, pero desde una perspectiva realista. No nos vayamos por los Cerros de Úbeda.
Utilicemos y apliquemos la virtud de la templanza. Un equilibrio. O como se traduciría al lenguaje moderno: “ni tanto, ni tampoco, bro”.