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No es el desempleo, sino la falta de personal cualificado. A medida que la inteligencia artificial se despliega en oficinas, hospitales y cadenas de montaje, el temor ya no es que las máquinas lo hagan todo, sino que no haya suficientes personas que sepan trabajar con ellas. Así lo advierten organismos como el Foro Económico Mundial y consultoras como McKinsey, la revolución tecnológica avanza más rápido que la reconversión del mercado laboral. No sobran trabajadores. Lo que falta son competencias.

Más transformación que desaparición

El último informe del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo anticipa que el 23 % de los empleos cambiará de forma significativa antes de 2030. Algunos desaparecerán, otros mutarán. La inteligencia artificial generativa —capaz de redactar textos, analizar datos o crear imágenes— permite automatizar tareas antes reservadas a humanos. Pero eso no significa que lo haga sola. Estas herramientas necesitan supervisión, criterio, contexto. Y eso sigue siendo humano. Lejos de reemplazarnos, la IA redefine el papel que jugamos.

Talento escaso, máquinas listas

El verdadero cuello de botella está en la capacitación. Según McKinsey, existe una brecha global de profesionales con habilidades técnicas, desde programadores hasta analistas de datos. Al mismo tiempo, millones de trabajadores en sectores tradicionales carecen de opciones reales para reciclarse. El ritmo de adopción supera al de adaptación. Universidades y centros de formación no actualizan sus programas al mismo paso que evoluciona la tecnología. Y el resultado son puestos vacantes y personas desempleadas que no encajan.

¿Quién decide, el algoritmo o la empresa?

El uso de inteligencia artificial en procesos de selección y evaluación de personal añade nuevas tensiones. Los algoritmos, alimentados por datos históricos, filtran candidatos, recomiendan ascensos o evalúan el rendimiento. La promesa es mayor objetividad. Pero también hay riesgos. Si el modelo reproduce sesgos ocultos en los datos, puede discriminar sin que nadie lo note. En Europa, la nueva ley de inteligencia artificial (AI Act) busca limitar estos peligros, exigiendo transparencia, trazabilidad y supervisión humana.

Modelos opuestos, ritmos distintos

Las respuestas varían según el país. En Estados Unidos, prima la innovación con pocos frenos. En la Unión Europea, se apuesta por un marco regulador exigente. China avanza con velocidad, pero bajo control estatal. En lo laboral, Alemania invierte en reentrenamiento industrial. Singapur subvenciona a las empresas que forman a su plantilla. Otros, simplemente esperan que el mercado se regule solo. No hay una receta única, pero sí una tendencia, los países que apuestan por formación y regulación avanzan con menos fricción.

Aprender antes que automatizar

La pregunta no es si la inteligencia artificial transformará el empleo. Ya lo está haciendo. La cuestión es quién estará preparado para acompañar esa transformación.  Mientras se habla de máquinas que lo hacen todo, el reto es mucho más terrestre, poner al día a millones de trabajadores para que esa tecnología tenga sentido. Porque sin manos, no hay máquina que valga.

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