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Critterz no es solo una película, es un experimento de industria a medio camino entre la fantasía y el código

En mitad del bosque, un zorro camina hacia una cabaña que el día anterior no estaba ahí. Así comienza Critterz, el primer largometraje animado producido con apoyo directo de OpenAI. No es una película cualquiera, es un test de cómo las herramientas de IA pueden intervenir en cada etapa del proceso audiovisual. Desde la escritura hasta la animación, pasando por el montaje y el diseño de personajes, buena parte de la maquinaria está automatizada o semi-automatizada. Pero siguen implicados dibujantes, técnicos y actores. Es una película hecha con IA, pero no por IA sola.

Con un presupuesto inferior a 30 millones de dólares, la cinta aspira a competir en el Festival de Cannes en 2026. Una cifra modesta para un proyecto que quiere jugar en la misma liga que Pixar y DreamWorks. El dato lo reveló The Wall Street Journal, que también detalla la estrategia de producción acelerada y descentralizada.

GPT -5 en el storyboard

El germen del proyecto nació en los primeros experimentos de Chad Nelson con DALL -E. Entonces, las imágenes servían como inspiración estética. Hoy, las herramientas de OpenAI —incluido GPT -5— se integran en todo el flujo de trabajo desde la generación de escenarios hasta la planificación de planos y movimientos.

La animación no será completamente automática. Detrás de cada escena habrá ilustradores, actores de doblaje y equipos de postproducción. Pero buena parte del proceso será asistido por IA, lo que reduce costes y tiempos a escala inédita. Según The Wall Street Journal, los sistemas de IA también participan en la edición de escenas, animación intermedia y control de coherencia visual entre planos.

Nueve meses para un largometraje

Una película animada suele tardar tres años en producirse. Critterz quiere hacerlo en nueve meses. La velocidad no responde solo a una ambición técnica. Es una apuesta por probar que el cine de animación puede funcionar como una industria más ágil, sin renunciar a la calidad narrativa ni visual.

The Wall Street Journal explica que este calendario ajustado es posible gracias a un modelo de producción distribuido, con estudios como Vertigo Films en Londres y Native Foreign en Los Ángeles coordinando tareas mediante herramientas de IA generativa.

Datos, control y dilemas

Los datos que usa el sistema —estilos visuales, estructuras narrativas, diálogos tipo— provienen de entrenamiento previo con millones de ejemplos. No hay un único autor. Hay una mezcla de influencias que plantean preguntas legales.

Productores y analistas del sector coinciden en que uno de los mayores retos no es técnico, sino jurídico. ¿Quién firma una escena creada por IA? ¿Qué derechos tienen los creadores humanos implicados? ¿Y qué pasa con las voces sintéticas?

La inquietud entre bastidores

La irrupción de IA generativa en el cine reabre tensiones ya conocidas. Sindicatos de actores y guionistas, como los que protagonizaron las huelgas de 2023, ven con recelo proyectos que prometen hacer lo mismo con menos. No se oponen a la tecnología, pero exigen reglas claras.

En España, voces como la de José Luis Farías, de la plataforma NextLab, alertan de una zona gris legal donde la propiedad intelectual y la creación algorítmica aún no conviven bien.

Más allá del titular

Aunque OpenAI presenta Critterz como el primer gran largometraje animado con IA, no es exactamente el primero. Ya en 2024, Where the Robots Grow mezcló animación clásica, captura de movimiento e inteligencia artificial. Pero la diferencia está en la escala. Esta vez hay estudios consolidados, calendario de estreno y ambición comercial global.

¿Primera página de una nueva era o solo un corto largo?

Cuando Critterz llegue a Cannes —si lo consigue—, no se jugará solo una ovación o un premio. Estará en juego una forma nueva de hacer cine. La historia, por ahora, es la de un zorro en el bosque. Pero el relato real es el del cine frente a su espejo: uno hecho de datos, de voces prestadas y de imágenes que se generan solas.

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