En un giro inesperado del panorama tecnológico, Perplexity AI —una startup de inteligencia artificial fundada en 2022— ha presentado una oferta no solicitada de 34.500 millones de dólares en efectivo para adquirir el navegador Chrome de Google. Esta cifra supera notablemente su valoración, estimada en apenas 18.000 millones de dólares.
El movimiento, que algunos califican de “lanzamiento estratégico” más que de una verdadera intención de compra, aparece en plena tensión regulatoria contra Google por su posición dominante en búsqueda online. Tras una sentencia de 2024 que encontró a Google culpable de prácticas monopolísticas, la Justicia de Estados Unidos estudia la posibilidad de exigir la venta del navegador como remedio antitrust.
Según el plan propuesto, Perplexity mantendría el motor de código abierto Chromium, no modificaría el buscador predeterminado, y destinaría 3.000 millones de dólares adicionales a su desarrollo a lo largo de dos años.
Aunque Google no ha indicado que tenga intención de vender Chrome, las circunstancias regulatorias podrían cambiar el escenario a largo plazo. De momento, Alphabet —la matriz de Google— no ha respondido oficialmente al ofrecimiento.
Este movimiento se suma a otros gestos llamativos de Perplexity: un intento anterior de fusionarse con TikTok en EE.UU., que tampoco llegó a concretarse. La comunidad tecnológica no tardó en reaccionar. En foros como Reddit se entremezclan escepticismo, burlas y valoraciones estratégicas, como esta: “They’re making unserious bullshit offers as a way to raise their profile”.
Para Perplexity, el objetivo parece claro: obtener visibilidad y posicionarse en un posible escenario de apertura del mercado centralizado por Google. La empresa cuenta con el respaldo de SoftBank, Nvidia y Jeff Bezos, aunque no han sido revelados los nombres que podrían financiar la compra.
Si bien ejecutivos de análisis de mercado como Brad Erickson apuntan que firmas como OpenAI estarían en mejor posición para competir en caso de venta, la propuesta de Perplexity podría influir simbólicamente en el caso antimonopolio. En definitiva, este episodio marca un nuevo capítulo donde AI, regulación y geopolítica tecnológica confluyen en un intento por redistribuir el poder en el ecosistema digital.
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