Corría el año 2016 cuando saltaron las alarmas en Microsoft. Habían creado un bot de inteligencia artificial que se iba a entrenar con todo lo que los usuarios de la antigua Twitter iban a proporcionarle. Sin embargo, a pesar de los millones invertidos, a los de Redmond no les tembló el pulso para desconectar a Tay varias horas después, ya que se había vuelto racista, xenófoba, homófoba, misógina, negaba el holocausto y, así, un sinfín de barbaridades. ¡Y eso que ni se hablaba de la IA generativa!
Dicen que quién olvida su historia está condenado a repetirla. Y desgraciadamente, lo estamos viviendo con Grok estos días. Con el pretexto de que «no tenga límites», la IA de Elon Musk integrada en X, está repitiendo lo mismo que hizo Tay. Pero aquí la diferencia está en que el multimillonario sudafricano no ha tenido el mínimo escrúpulo y lejos de desactivar esta caja de Pandora sin ética ni corazón, se enorgullece de que su algoritmo «es el más inteligente de todos».
Y lo peor de todo a mi juicio es que, lo que en su día supuso un grito al cielo por parte de todo el mundo que supo lo de Tay, hoy en día está normalizado y admitimos —supongo que de forma inconsciente y tras ver todo lo que pasa a escala global en los últimos años desde la pandemia— que una IA de este tipo puede estar en marcha.
Evidentemente no todo el mundo que está en X va a usar Grok para cosas maliciosas. Pero estamos en el punto de que puede crear desnudos de personas. Y si queremos que internet sea un espacio seguro, ya puede estar Europa regulando…
Mientras sigamos teniendo a personajes excéntricos que quieran jugar a ser Dios y no recordemos el caos que fue Tay, la IA va a tener impactos negativos tan bestias que se nos olvidará que gracias a los algoritmos podemos predecir enfermedades; diagnosticar patologías de una forma mucho más precisa; ayudar a desarrollar vacunas abaratando tiempos, costes y materiales; ofrecer medicina personalizada; devolver la voz a quiénes la han perdido; prevenir desastres naturales; mejorar la lucha contra el cambio climático con medidas de optimización, previsión y ahorro; hacer más segura nuestra presencia en internet; evitar hacer tareas repetitivas que a nadie le gustan y así, todo un etcétera de cosas que nos facilitarán la existencia.
Pero, lastimosamente, de nada sirve todo esto si la gente se queda con la copla de que la IA de Musk puede desnudar a quién sea y que es capaz de decir barbaridades de forma indiscriminada que atentan contra los derechos humanos. Y seguimos sin pararle los pies, porque lo que es cabeza, creo sinceramente que en el caso del dueño de X a veces es menos funcional que un coche sin gasolina.
Aun así, sigo creyendo de que el problema no es la tecnología, sino cómo la usamos. Y espero y deseo que esto nos sirva como lección para los libros de historia moderna sobre todo lo que NO hay que hacer con la IA.