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Desde que empecé a experimentar con inteligencia artificial y automatización, mucha gente de mi alrededor —colegas, amigos, clientes— empezaron a hacerme siempre la misma pregunta: “¿Y qué puede hacer la IA por mí?” Algunos esperan respuestas mágicas: que les cree un chatbot que responda por ellos, que les automatice tareas, o que les gestione facturas. La mayoría ni siquiera busca entender cómo funciona… solo quieren que alguien se lo haga.

Y lo curioso es que yo tampoco vengo del mundo técnico. No soy programador, no entiendo de código, y aun así me vi envuelto en este universo. ¿Por qué? Porque cada vez está más claro que si no empiezas a incorporar la IA en tu flujo de trabajo, te estás quedando atrás. Pero claro, cuando te encuentras con plataformas como n8n o Make.com —llamadas “No-Code”, supuestamente accesibles— te das cuenta de que esa promesa tiene letra pequeña. Para hacer cosas potentes necesitas entender lógica de programación, APIs, estructuras de datos… y dedicar tiempo. Mucho tiempo.

Y aquí es donde muchos se rinden. Porque si ya te dedicas a la producción, al diseño, a lo creativo, lo último que quieres es perderte en flujos complejos o aprender qué es un webhook. Quieres resultados, no complicaciones. Y es normal. Pero al mismo tiempo, la sensación de que necesitas esta tecnología no se va. Entonces surge la duda: si no entiendes la IA, ¿puedes permitirte ignorarla? ¿y si mañana dependes de ella para seguir siendo competitivo?

El dilema del creativo y la automatización

Aquí es donde surge una fricción importante, especialmente para aquellos que se dedican a procesos artísticos y creativos. La necesidad de automatización, de delegar tareas repetitivas o de integrar «agentes» inteligentes en nuestro día a día, es real. El problema es que el tiempo es un lujo que no siempre tenemos. Si te dedicas a la producción, al diseño, a la maquetación o tu foco está en la creación, en la visión, en entregar resultados artísticos y estéticos, no hay espacio para dedicar horas a depurar flujos de trabajo complejos o a entender el concepto de una API.

En mi opinión, todavía no existe un proceso creativo que pueda ser automatizado al 100% con un resultado de calidad. Y aquí viene la que, para mí, es una pequeña decepción. Cuando nos piden una recomendación para una plataforma de maquetación o para generar un dosier, aún no podemos dar una respuesta crítica y sinceramente optimista sobre el potencial real de las herramientas de IA generativa en este ámbito. Los modelos y las aplicaciones de IA, aunque avanzan a pasos agigantados –la presentación de Google I/O fue una locura en términos de progreso–, todavía están «verdes» para el uso profesional y exigente que demandan los creativos.

La IA: ¿dentro o fuera del ecosistema?

Esto nos lleva a una reflexión más profunda: ¿cómo podemos los profesionales creativos, los que estamos en la trinchera de la producción, la maquetación y el diseño, utilizar realmente estas herramientas si no tenemos un conocimiento profundo de IA o automatizaciones? Considero que, en la actualidad, tenemos un punto «vago» con respecto a la IA. Parece que, o te dedicas al 100% a entenderla e implementarla, o te quedas fuera del ecosistema.

Además, la situación se complica cuando la mayoría de las aplicaciones de IA más potentes o especializadas se ejecutan solo en local. Para un departamento de comunicación, una productora o un instituto, la integración de estas herramientas desde una perspectiva de «usuario final» es una odisea. No todo el mundo tiene los conocimientos técnicos para instalar y configurar estos sistemas.

Da la sensación de que estamos en un momento donde la IA avanza a una velocidad impresionante en ciertos sectores —como el vídeo, que ya roza lo cinematográfico—, pero cuando bajamos a lo concreto, a tareas específicas del día a día, muchas herramientas siguen quedándose cortas. Parece que estamos viendo más fuegos artificiales que soluciones realmente prácticas en muchos aspectos.

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