Japón ha intensificado su ofensiva legal contra OpenAI. El detonante ha sido Sora 2, la herramienta de inteligencia artificial generativa de vídeo de la compañía, que ha empezado a producir clips animados con un estilo inconfundible, reminiscentes de series célebres del anime y el manga. Para muchas productoras —y para el gobierno— esto supone una amenaza real a la cultura animada nipona.
Cómo funciona Sora 2: una puerta abierta al anime digital
Sora 2 fue presentada a finales de septiembre de 2025. Su premisa es simple, casi mágica, a partir de un texto (prompt), genera vídeos de hasta 20 segundos, a 1080p, con sonido y una estética que recuerda al anime. Esa capacidad de traducir texto en vídeo —imágenes, movimiento, estilo visual— ha abierto posibilidades creativas enormes. Pero también ha encendido alarmas.
Para aprender a producir esos vídeos, el modelo necesita “aprender” de una gran cantidad de imágenes y vídeos previos. En la práctica, de colecciones disponibles en internet. Ahí radica el problema. Si muchas de esas imágenes pertenecen a obras protegidas por derechos de autor —series, películas, manga—, la IA termina replicando estilos, personajes, escenas. Lo que para un usuario puede ser un experimento visual termina, para los creadores, en una copia no autorizada.
Qué proponen las voces críticas
La reacción no vino solo de fans o creadores aislados. Una coalición importante de empresas del mundo del anime y manga —desde grandes estudios de animación hasta editoriales y productoras de videojuegos— se ha organizado bajo el paraguas de Content Overseas Distribution Association (CODA). En su carta abierta piden a OpenAI que deje de usar sus obras sin permiso, y que adopte un sistema “opt‑in”, es decir, solo utilice contenido para entrenamiento tras obtener consentimiento expreso.
Por su parte el gobierno japonés, a través del ministro de Propiedad Intelectual, ha calificado el anime y manga como “tesoros irremplazables” de la identidad cultural del país, y ha solicitado formalmente a OpenAI que detenga cualquier práctica que pueda vulnerar esos derechos.
Datos de entrenamiento: nebulosa cultural
Una de las piedras angulares de esta controversia reside en la opacidad sobre cómo Sora 2 fue entrenado. OpenAI afirma que su modelo se basa en “contenido público de internet”, lo que en la práctica incluye material protegido por copyright. Esa falta de claridad resulta problemática en Japón, donde la ley exige permisos previos para usar obras protegidas. El sistema de “exclusión voluntaria” (opt‑out) de OpenAI —donde los autores deben pedir explícitamente no ser usados— no satisface esas exigencias legales. Más allá del entrenamiento inicial, ahora mismo hay vídeos circulando —en redes sociales y plataformas de vídeo— que utilizan personajes de franquicias reconocidas: desde criaturas o guerreros icónicos hasta ambientaciones típicas del anime. Para muchas compañías, eso ya representa una copia.
Riesgos legales, culturales y económicos: qué está en juego
La amenaza no es solo simbólica. En Japón, la infracción de derechos de autor puede conllevar sanciones severas: desde órdenes de cese hasta consecuencias penales para directivos si se demuestra intención o negligencia grave. En el caso de una condena, las multas podrían alcanzar cifras millonarias, y la responsabilidad recaer incluso sobre ejecutivos de la empresa.
Para la industria del anime y manga —un ecosistema multimillonario, exportador global de cultura— el riesgo va más allá de lo económico. Las compañías advierten que una proliferación descontrolada de contenido generado por IA podría erosionar el valor de sus creaciones, saturar el mercado con imitaciones y debilitar la confianza del público en las producciones “oficiales”.
Cómo se compara con otros escenarios globales
El debate de Sora 2 no es exclusivo de Japón. A nivel internacional, creadores, editoriales y gobiernos están revisando cómo ajustar las leyes de derechos de autor al auge de las IAs generativas. Pero lo que distingue al caso japonés es su peso simbólico, aquí no se trata solo de derechos, sino de identidad cultural. Cuando una nación entera considera su manga y anime como “tesoros” nacionales, su defensa legal adquiere una dimensión que trasciende lo económico.
Por otro lado, la presión de un grupo amplio de industrias creativas unidas —frente a un gigante tecnológico global— es rara. Si hay un terreno para definir precedentes regulatorios en IA, puede que este sea.
Una encrucijada abierta: ¿puede la IA convivir con el anime clásico?
El pulso entre innovación tecnológica y protección cultural apenas comienza. Sora 2 ofrece una nueva herramienta creativa —rápida, potente, abierta—; pero su modo actual de operación choca frontalmente con un marco legal y cultural que valora la autoría, el consentimiento expreso y la preservación de un patrimonio artístico único. De cómo se resuelva dependerá no solo el futuro de ese modelo, sino la forma en que entendemos creación, memoria y propiedad en la era de la IA.
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