Un cambio de nombre y de escala
Meta ha decidido condensar todas sus investigaciones en inteligencia artificial bajo una nueva bandera: Meta Superintelligence Labs (MSL). La unidad nace con un objetivo claro —llegar a una IA que razone como un humano, o incluso más allá— y con dos nombres al mando que no pasan desapercibidos. Alexandr Wang, fundador de la empresa de datos Scale AI, liderará la investigación, y Nat Friedman, ex-CEO de GitHub, se encargará de convertir los avances en productos útiles. Según reveló Bloomberg, que accedió a una nota interna de Meta, ambos liderarán un equipo nutrido con talento procedente de OpenAI, Google DeepMind y Anthropic.
Un asistente que entiende y actúa
La nueva división se encargará de desarrollar un sistema de asistencia personal que aprenda del usuario y pueda anticiparse a sus necesidades. La visión de Meta va más allá de los chatbots, busca una inteligencia capaz de ayudar en tareas profesionales, personales y cotidianas con un nivel de comprensión que hasta ahora no ha sido posible. Esta línea continúa el trabajo de los modelos Llama 4.1 y 4.2, ya integrados en la app Meta AI y en las gafas Ray-Ban con funciones generativas. El siguiente paso es lanzar una nueva generación de modelos antes de que acabe el año.
Datos y potencia en abundancia
El nuevo laboratorio cuenta con una ventaja difícil de igualar: acceso a datos masivos. Además de las interacciones generadas por las plataformas de Meta —Facebook, Instagram, WhatsApp—, la compañía ha adquirido el 49 % de Scale AI por más de 14.000 millones de dólares, lo que le garantiza datasets etiquetados con precisión y sistemas para procesarlos. A ello se suman los nuevos centros de datos en Estados Unidos y Europa, alimentados por chips diseñados para modelos de gran escala. Según el documento citado por Bloomberg, Meta prevé invertir “cientos de miles de millones” en esta década.
Entusiasmo, presión y dudas
La presentación de MSL llega en un momento de renovado interés por la inteligencia artificial, pero también de escepticismo. Según recogió Reuters, algunos analistas temen que la nueva división pueda convertirse en otro “disparo lunar” sin retorno inmediato, como ocurrió con Reality Labs, que desde 2020 ha consumido más de 60.000 millones de dólares sin grandes resultados visibles. A estas dudas se suman las preocupaciones medioambientales por el despliegue de centros de datos a gran escala y el posible escrutinio regulador ante la rapidez de las adquisiciones. Incluso dentro de Meta hay voces prudentes: Yann LeCun, jefe científico de IA, ha dicho que los métodos actuales no bastan para alcanzar la inteligencia general que persigue la industria.
En terreno de gigantes
Con este movimiento, Meta busca posicionarse frente a OpenAI, que mantiene su modelo cerrado; Google, que alterna proyectos abiertos y comerciales con Gemini y DeepMind; y otras compañías como Anthropic o DeepSeek, que empujan desde distintos enfoques. La diferencia, según Meta, está en la distribución: ya tiene la infraestructura —apps, gafas, visores, sistemas operativos— para llevar su IA a cientos de millones de personas en poco tiempo. El laboratorio nace como una apuesta técnica, pero también como una estrategia de expansión.
Un nuevo amanecer
La frase que cierra el documento interno de Zuckerberg, según Bloomberg, habla de “un nuevo amanecer para la humanidad”. Una declaración de intenciones que evoca promesas anteriores en el mundo de la tecnología. Meta Superintelligence Labs tiene los recursos, el talento y la urgencia. Falta saber si también tiene la respuesta a la pregunta que persigue la industria desde hace décadas: ¿puede una máquina entender el mundo como lo hacemos nosotros?
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