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Esta semana, hablando con un ingeniero dedicado a la inteligencia artificial sobre el impacto de esta en la destrucción de puestos de trabajo, me dijo: “Si bien es cierto que la IA reemplaza a los humanos en ciertos empleos, también creará otros nuevos”. De esto no debería haber dudas, las preguntas son: ¿en qué afecta la IA a los trabajos?; ¿cuáles potenciará?; ¿cuáles puede destruir y cuáles surgirán?, preguntas complejas por la incertidumbre sobre la evolución de las capacidades de la IA y su accesibilidad y fiabilidad.

Sin duda, la IA está potenciando los trabajos complejos existentes y creará nuevos roles que requieren formación avanzada, visión estratégica y creatividad; es decir, puestos que exigen habilidades difíciles de automatizar. Entre ellos, destacan los puestos técnicos y de desarrollo asociados a la ingeniería de IA, tales como especialistas en datos o entrenadores de sistemas de IA. También surgirán roles centrados en la aplicación de la IA, como especialistas en formación asistida por IA, consultores en sostenibilidad con IA o gestores de proyectos de IA. Asimismo, se intuye la emergencia de nuevas profesiones, como auditores de algoritmos, especialistas en ciberseguridad mediante IA o validadores de resultados generados por IA. Se trata de actividades que estarán bien remuneradas, pero que, en términos porcentuales, no serán masivas ni abundantes.

Por otro lado, aunque los trabajos repetitivos o de baja cualificación, se automatizan rápidamente, reduciendo su volumen por el desplazamiento que generará la IA. Un tipo de trabajo que son los mayoritarios, este es precisamente uno de los problemas. Aunque pueden surgir nuevos roles de apoyo, como etiquetadores de datos o solucionadores de incidencias en sistemas de IA, la creación será inferior a la destrucción, además estos nuevos puestos con probabilidad pueden conllevar una reducción de los estándares laborales y salariales.

De hecho, a nivel mundial, según datos estadísticos de la OIT relativos a más de 200 países (base de datos ILOSTAT), solo una minoría corresponde a ocupaciones de alta cualificación: alrededor del 22% de los ocupados tiene estudios universitarios o de especialización, el 31% se sitúa en un nivel medio, y el 47% restante dispone de educación primaria o secundaria inferior. Es decir, globalmente, la mayoría de los empleos actuales son de cualificación baja o media, lo que los hace más vulnerables a los procesos de automatización y sustitución por inteligencia artificial.

Estamos en frente una transformación profunda que exige a no resistirse al cambio sino a asumirlo, lo que obliga, a nivel individual asumir la reconversión profesional hacia las competencias digitales y socioemocionales, a las organizaciones a integrar la IA como una herramienta de colaboración para elevar la productividad sin degradar las condiciones laborales y, a las Administraciones, a establecer una regulación ágil y previsora que garantice una transición justa.

Antoni Garrell Guiu

Ingeniero industrial especialista en temas de tecnología, innovación y economía del conocimiento.

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