Eurecat debate sobre cómo debe ser la colaboración público-privada en un mundo más fragmentado y menos globalizado
En un contexto de profundas transformaciones tecnológicas y económicas, líderes de la innovación y la industria catalana se reúnen en el Congreso de Eurecat para discutir los siguientes pasos en innovación. También se ha planteado la necesidad de que Cataluña, España y Europa adopten una estrategia audaz de innovación para enfrentarse a un mundo más dividido y menos globalizado. En palabras de Jordi Hereu, ministro de Industria del Gobierno de España, es fundamental que el continente fortalezca su capacidad de crear soluciones innovadoras a problemas contemporáneos, afirmando que entidades como Eurecat representan un “proyecto estratégico” tanto a nivel regional como europeo.
La cooperación público-privada es esencial en este momento para adaptarse al nuevo orden tecnológico, según Xavier Ferràs
La transición tecnológica global, acelerada por la inteligencia artificial y la computación avanzada, está reconfigurando el mundo industrial y científico. Según Xavier Ferràs, profesor de ESADE, la Ley de Moore sigue vigente y en pocos años la potencia de supercomputadores como el MareNostrum 4 podría caber en un bolsillo. Ante este panorama, Ferràs plantea que la adaptación rápida y efectiva es crucial para la supervivencia industrial en una economía que ya no depende únicamente del libre mercado, sino de la cooperación público-privada. Esta colaboración es vista como la única vía para adaptar el sector empresarial y la infraestructura pública al nuevo orden tecnológico, especialmente en campos como la medicina, donde la IA ya permite que las máquinas generen conocimiento de manera autónoma, superando en capacidad de análisis a los humanos.
La globalización da paso al «tecnonacionalismo»
El cambio tecnológico coincide con un giro geopolítico importante. Ferràs describe cómo la globalización, entendida como la externalización de producción y reducción de costes, está dando paso a un nuevo orden más fragmentado e inestable. En este contexto, la pandemia de COVID-19 subrayó la necesidad de producir y controlar tecnologías estratégicas dentro de cada región, lo que algunos expertos denominan como «tecnonacionalismo«. Hoy en día, la dependencia de tecnologías externas se percibe como una debilidad, especialmente en un mundo en el que la producción de chips y componentes tecnológicos, indispensables en todo ámbito de la vida cotidiana, ha puesto en jaque la capacidad industrial de muchas economías occidentales. Europa, por ejemplo, experimenta esta presión al depender en gran medida de proveedores asiáticos.
En este panorama, el desarrollo industrial en Cataluña es tanto una ventaja como un desafío. Oriol Alcoba, director general de Industria en el Departament de Empresa y Trabajo de la Generalitat de Catalunya, resalta que la industria representa el 20% del PIB catalán y que este sector es clave para la cohesión territorial y económica de la región. Los grandes retos incluyen la digitalización de la manufactura, la necesidad de una industria más sostenible y la creación de un tejido industrial propio. El Informe Draghi, citado por Alcoba, refuerza esta necesidad de autonomía industrial, subrayando que un sector productivo fuerte es esencial para la prosperidad y estabilidad de la región.
Por su parte, el director general corporativo de Eurecat, Xavier López, señala que la situación actual de la industria no es negativa, pero sí compleja. Mantener la competitividad en un entorno tan dinámico requiere de una inversión masiva, estimada en unos 1,4 billones de euros en Europa. Eurecat, un centro de innovación y desarrollo tecnológico, busca ir más allá de ser un «proveedor de soluciones» para convertirse en un «aliado estratégico para las empresas«, participando activamente en el diseño de sus estrategias de innovación. López insiste en que su institución quiere asumir un rol de «orquestador» en la integración de las capacidades de diversos actores del ecosistema industrial, lo que podría reducir la incertidumbre y aumentar la eficiencia y el impacto de las inversiones en tecnología.
En resumen, Cataluña y Europa se enfrentan a un escenario donde la colaboración, la innovación y la soberanía tecnológica son esenciales para adaptarse y prosperar. La transición hacia un modelo industrial y tecnológico propio, descarbonizado y capaz de responder a los retos de sostenibilidad, digitalización y autosuficiencia, es clave para fortalecer la posición de Europa en un mundo cada vez más competitivo y fragmentado.
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