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Grupos pro-israelíes han intensificado sus esfuerzos para influir en la narrativa mediática en torno al conflicto en Gaza, poniendo especial atención en periodistas y medios de comunicación que, según ellos, presentan una cobertura sesgada contra Israel. Un informe detallado de Semafor revela cómo estas organizaciones, incluido el Proyecto 10/7, respaldado por la firma de relaciones públicas SKDK de Washington D.C., han estado monitoreando y criticando activamente a periodistas específicos por su supuesta parcialidad en la cobertura del conflicto.

Grupos pro-Israelíes intensifican la presión sobre periodistas y medios, cuestionando la imparcialidad en la cobertura del conflicto en Gaza.

El foco de estas críticas ha sido Louisa Loveluck, corresponsal extranjera del Washington Post, cuya cobertura de la guerra en Gaza ha sido vista por estos grupos como desfavorable hacia Israel, destacando en particular el impacto en los civiles palestinos. Se ha compartido un documento de cinco páginas con Semafor, detallando las quejas sobre la cobertura de Loveluck y sus tuits sobre el conflicto, incluyendo correcciones y notas de los editores que, según el grupo, evidencian reportajes erróneos o sesgados.

La estrategia de estos grupos no solo se limita a señalar lo que consideran fallos en la cobertura actual, sino que también han investigado el pasado de Loveluck, remontándose a sus días de estudiante universitaria, en un intento de pintarla como una activista de extrema izquierda con opiniones negativas sobre líderes pro-Israelíes y la dirección israelí.

El Washington Post, por su parte, ha defendido su periodismo riguroso y en profundidad, destacando su compromiso con la transparencia y la corrección de errores, pero sin defender específicamente los tuits de Loveluck. La postura del periódico subraya la expectativa de que sus periodistas se abstengan de publicaciones en redes sociales que puedan cuestionar su imparcialidad o independencia, priorizando al mismo tiempo la seguridad de sus empleados.

Este episodio subraya la creciente tensión entre grupos de interés y medios de comunicación en la era de la información instantánea, donde la línea entre el periodismo objetivo y la percepción de parcialidad se vuelve cada vez más difusa. La presión ejercida sobre los periodistas y sus empleadores plantea preguntas importantes sobre la libertad de prensa, la seguridad de los periodistas y la capacidad de los medios para cubrir conflictos globales de manera justa y equitativa.

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