Hoy quiero hacer un poco de retrospectiva. Y además, con el día de San Valentín recién celebrado, quiero rememorar a una pareja de robots, Alice y Bob, que incendiaron el panorama de la IA, allá por el año 2017.
Quizás muchos no recordéis estos nombres. Sin embargo, se volvieron objeto de muchísimas miradas, ya que se creía que estos habían «tomado consciencia», ya que estaban usando un sistema de comunicación que ellos mismos habían generado, y que el ser humano no era capaz de entender.
Paso a paso
Se dice que el próximo paso de la IA actual —Artificial Narrow Intelligence—, será la AGI —Artificial General Intelligence—, mucho más avanzada en cuanto a capacidades y resolución de problemas. No obstante, de la ASI —Artificial Super Intelligence—, el último estamento, se dice que esta será incomprensible para nosotros, debido a su extremo avance.
El colapsismo llama a la puerta
Pero, ¿era 2017 el inicio de una IA consciente? ¿Estábamos a las puertas de una dominación de Terminators que habían desarrollado su propio lenguaje? No, y tampoco.
Una de las primeras mistificaciones a nivel masivo que pudimos ver de la IA se desencadenó cuando esta tecnología era cosa de cuatro frikis. Entre los que me incluyo, por supuesto está. Pero, para entender el qué, hay que dar un poco de contexto.
Cuando a una —o varias— IA se les pide que desarrollen una tarea, y que esta seas de forma eficiente, estas cumplen con su cometido. Incluso si se trata de la comunicación entre estas para que puedan establecer flujos de trabajo. Pues bien, la combinación de un estado primigenio de la tecnología de modelos de lenguaje generativos junto con el aprendizaje de estos algoritmos, derivaron en un auténtico Picasso. Y es que los chatbots empezaron a decirse cosas entre ellos como «balls have zero to me to me» o «i i i everything else».
No tenía ningún tipo de sentido, y básicamente se decidió desconectarlos porque aquello era una maraña de palabras que mayoritariamente incluían los términos «balls», «have», «zero», «to me», «everything» o «else».
La IA no estaba preparada para hablar
Cabe destacar que, en 2017, no existía ChatGPT. De hecho, el primer modelo de lenguaje generativo como tal, GPT-1, no aparecería hasta 2018. Por lo que todavía esto de la IA generativa, ni estaba, y me atrevo a decir que muchos no nos lo esperábamos. ¡La IA estaba diseñada para realizar predicciones y hacer tareas más eficientes, no para crear cosas!
Leamos, por favor
Entonces, también hay sumar un contexto de desconocimiento puro. Y como periodista quiero hacer autocrítica de mi profesión. La prensa en estos momentos rezumaba titulares —que todavía se pueden encontrar en Google— como que «Facebook perdió el control», «dos robots habían creado un lenguaje» o que había un «misterio en el lenguaje secreto».
Pero realmente no crearon un lenguaje, recordemos: habían desarrollado un patrón. Si los propios expertos no sabían qué pasaba en ese momento, ¿qué íbamos a saber los ciudadanos de a pie? —Sí, aunque seamos periodistas, también somos personas, y aprendemos por el camino, por si a alguien se le ovida—.
¡Se nos olvida lo más importante!
Y aquí quiero hacer un «friendly reminder» y es que la IA, aunque hoy esté muy avanzada, no deja de ser un sistema de patrones interconectado y muy sofisticado. Por lo que Alice y Bob cumplieron con su tarea. Con todo esto, creo conveniente hacer retrospectiva y sacar una lección «a toro pasado»: es extremadamente fácil crear una teoría colapsista.
Es extremadamente fácil que, ante una tecnología desconocida, y pase algo que se nos saque de los esquemas, creamos que se va a ir todo al garete. Y aunque Facebook salió a dar explicaciones, anda que no le debió ir bien al señor Zuckerberg que el nombre de su compañía sonara 24/7. Porque, dicho de otra manera, ¡publicidad gratis!
Centrémonos de una vez
No nos dejemos llevar por los sentimentalismos baratos. Dominemos y conozcamos el terreno de juego. Ahora quién más quién menos sabe lo que es la IA, pero todavía queda muchísimo por aprender. Así que antes de decir que «los robots nos van a asesinar a todos«, preocupémonos de leer, detenernos para comprender, y no demos altavoces gratis.
Hay otras prioridades que solucionar. Se me ocurren varias: el petróleo o los microplásticos. Suerte que ya hemos dejado los clorofluorocarbonos y la capa de ozono se va a cerrar por completo entre los años 2040 y 2060.